La Mussara es un pueblo abandonado de la sierra de Prades que no solo atrapa por la espectacular belleza de su paisaje, sino por las historias de desapariciones sin resolver y visiones fantasmagóricas que hace una década convirtieron el lugar en un imán para los aficionados a los fenómenos paranormales. Atraída por esas narrativas, la psicóloga y antropóloga Victòria Badia decidió acercarse a La Mussara con actitud académica. El resultado de su estudio sobre el terreno se titula Fantasmas de la memoria.
Una antropóloga entre fantasmas. Analiza los relatos populares sobre fenómenos paranormales.
-¿Es su primer pueblo abandonado? Hice un trabajo similar sobre el Hospital del Tórax de Terrassa. Antes de convertirse en el Parc Audiovisual de Catalunya estuvo abandonado muchos años y las redes sociales iban llenas de relatos que hablaban de presencias invisibles, apariciones y ruidos extraños. Incluso se rodaron películas de terror. El cine y el imaginario popular siempre se han retroalimentado.
-¿Qué la atrae de estos lugares? Hay que ser cuidadoso cuando se habla de fenómenos paranormales. A los antropólogos no nos interesa si lo que pasa es verdad o no. Escuchamos lo que dice la gente, estudiamos cómo surgen estos relatos y los relacionamos con la necesidad social de generar narrativas. Las leyendas y creencias son patrimonio inmaterial de la humanidad.
-Ya, ¿pero usted qué piensa? Personalmente parto de la base de que estos fenómenos responden más a vivencias y expectativas propias de cada persona que a la realidad, pero como antropóloga respeto todas las opiniones.
-¿Qué tienen en común La Mussara y el antiguo Hospital del Tórax? Los lugares abandonados son espacios de memoria, donde el pasado permanece, de alguna manera, atrapado. En el caso del hospital hablé con personas que trabajaron allí y que estuvieron ingresadas y me contaron historias de sufrimiento y de injusticia. En La Mussara se vivieron episodios violentos de la guerra carlista y de la guerra civil. Desde una perspectiva antropológica, los relatos sobre fenómenos paranormales serían una forma de memoria y un intento de trascender la finitud de la vida mediante la creencia en otros mundos o dimensiones.
-¿Recuerda su primer día en La Mussara? Era domingo y había mucha gente. Recuerdo el impacto que me produjo la visión del paisaje, que es espectacular. De hecho, se ha convertido en un lugar de peregrinación rural. La gente va a desconectar, a buscar setas, a contemplar las estrellas o acuden a aplecs que reivindican la memoria del pueblo, abandonado desde1959.
-Vaya, lo imaginaba como un lugar solitario rodeado por una espesa niebla. [Ríe] Entre semana está más tranquilo y respecto a la niebla... Es un elemento muy peliculero y es verdad que dicen que allí cae muy rápidamente, pero desgraciadamente yo no la llegué a ver ningún día.
-La desaparición no resuelta de un boletaire en 1991 dio pábulo a la especulación. En las redes sociales y en los programas tipo Cuarto milenio, la desaparición fue el punto de partida para presentar La Mussara como un umbral de paso a otras dimensiones. En cambio, los vecinos de la zona dicen que es muy fácil perderse con la niebla y caer por un barranco.
-¿Los locales no creen esas historias? No. Es un entorno lleno de experiencias y memorias, pero ellos tienen otra vivencia y están más bien a la defensiva. La Mussara se ha convertido en un lugar liminar y esto genera diferentes experiencias y relatos.
-¿Qué sensación tenía usted cuando paseaba sola por el pueblo? Las sensaciones son muy buenas y se está muy a gusto. Es un lugar que tiene algo.