Cárceles de simpapeles

Los CIE no tuvieron un reglamento hasta el 2014, después de una campaña iniciada por EL PERIÓDICO en el 2012

La muerte de un guineano en el centro de la Zona Franca marcó un punto de inflexión en el rechazo a estos centros

Manifestación por el cierre del CIE, en junio del 2015, ante el centro de la Zona Franca. / ALBERT BERTRAN

La noche de Reyes del 2012, Idrissa Diallo, 21 años de edad, de Guinea Conakry, murió en el CIE de la Zona Franca. Una lesión congénita en el corazón causó su muerte, según se supo posteriormente, aunque el hecho de que no hubiera atención médica nocturna puso en cuestión si se le había tratado correctamente. A raíz de aquellos hechos, que intensificaron las denuncias de las entidades sociales, EL PERIÓDICO emprendió una campaña en la que pidió al Gobierno que pusiera fin al limbo legal en que se hallaban los CIE y elaborara un reglamento. Este debía haberse aprobado como tarde en junio del 2010, pero no llegó hasta marzo del 2014.

Hasta que llegó el reglamento, en los CIE reinaba la arbritrariedad, denunciada por muchos de los que se han visto obligados a pasar un tiempo dentro. De entrada, las entidades sociales denunciaban irregularidades de las que abominaban organismos internacionales, como las redadas étnicas: policías en la salida del metro pidiendo la documentación a personas seleccionadas solo por ser de raza negra.

DESAMPARO

En el centro de la Zona Franca el desamparo es especialmente significativo. El CIE abrió allí en el 2006, tras cerrar las instalaciones de la Verneda. Nadie, más allá de los internos y los policías que los custodian, pernocta en aquella zona. Y para los familiares que quieren acudir de visita, llegar es una odisea.

El reglamento no acabó de contentar porque algunos de los principios anunciados no se llegaron a cumplir. Por ejemplo, se dijo que se cedería a las entidades sociales la gestión del interior de los CIE, y que la policía se limitaría a vigilar el interior, pero eso nunca llegó a pasar.