Los gemelos Josep y Ramon Rocaespana nacieron hace 85 años en Linyola (Pla d'Urgell) y su vida desde entonces ha sido puro frenesí. «Ramon es más cauteloso, y yo, más atrevido», dice Josep. Sus rasgos agitanados enloquecieron a la Sexta Flota -capellán incluido-, hechizaron a Mick Jagger y atraparon a una condesa italiana. Siempre han estado juntos, en el music hall, los negocios y la vida.
R.R.- De pequeños ya hacíamos shows en las escaleras del colegio.
J.R.- Y un circo intentó llevarnos. A los 12 años fuimos al San Cristo de Balaguer y, subido uno encima del otro, le pedimos de corazón que nos hiciera artistas.
-Cumplió el San Cristo. Les hizo artistas.
J.R.- Conocimos en Barcelona a Gigí, una bailarina clásica de 22 años que tenía un estudio en Hannóver. Se enamoró de Ramon, arreglamos los papeles y una furgoneta nos vino a buscar desde Berlín. Al llegar a Alemania, la policía nos dijo: «Si de aquí a nueve meses no debutáis, volvéis para España».
R.R.- Trabajamos de jardineros, pero el empresario Hans Herbert Blatzheim, padrastro de Romy Schneider, se enamoró de Josep y nos contrató para un famoso cabaret.
J.R.-Actuamos muy despistados, pero firmamos un contrato por tres meses. Desde entonces no paramos. Estuvimos 12 años en Alemania y 10 en Italia, dos en el Lido de París y actuamos ante Farah Diba en Irán.
-¿Tuvieron un affaire con Mick Jagger?
J.R.- Mick nos vio actuar en Alemania y le gustamos. Nos comentó que iría de luna de miel a Venecia y nosotros justo actuábamos allí, en el Antico Martini. Vino cada noche a ver nuestro show y cenábamos, para irritación de Bianca. Ella sospechaba algo...
-Le gustaba usted.
J.R.- ¿Cómo lo sabe?
-Ahora lo acaba de confirmar.
R.R.- ¡No se acuerda!
J.R.- Hubo misterio. También hubo algo de misterio con Elvis Presley, que actuó en la base americana de Wiesbaden. Conocimos a los mejores... y todo acababa en sexo.
-Menudo brío gemelar.
R.R.- Con Robert Mitchum sí estuvimos los dos, uno después de otro.
J.R.- ¿Y conoce al actor Red Skelton, el de Escuela de Sirenas? Pues también. Nos quería llevar a América.
-Muy entretenidos y muy alejados del franquismo.
J.R.- ¡Nunca trabajamos en España! Una condesa nos vino a ver a Saint-Vincent, cerca de Turín, nos invitó a champán y su ama de compañía me susurró: «Le gustas mucho, ¿por qué no te casas con ella?».
R.R- Yo le pregunté: «¿Es rica?». Y contestó: «Uhhhh».
-¿Contrajo matrimonio, Josep?
J.R.- Sí. Era una mujer maravillosa. Sin arreglar, una viejecita. Cuando se arreglaba, Sofía Loren. Además, nos aceptó a los tres, a Ramon, a Gigí y mí.
R.R.- Yo me había casado con Gigí.
J.R.- Estuve con la condesa unos 10 años. Me compró el Saint Germain de Prés, el bar de la calle de Escudellers, por donde pasaron Gaultier y otros famosos. En los 90, después de 20 años, lo vendimos. Ya éramos mayores.
-También se libraron de las pulsiones, ¿no?
J.R.- ¿Nosotros? ¡Somos las diosas del placer! Salimos con chicos preciosos, de 23, 24, 25 años. Eso sí, solo de noche. Me maquillo, me arreglo y piensan que soy jovencito.
-Impactante. ¿Y cómo llevan eso de vivir dos, perdón, tres?
R.R.- Divinamente. Compartimos en un dúplex, no nos privamos de nada, vamos a misa. Cuando uno falte, los otros dos, pastilla y se acabó.
J.R.- De momento, nada nos duele. Cuando vamos al programa de Toni Rovira nos sentimos como si tuviéramos 20 años. Tenemos que pellizcarnos para dar crédito.