La Nochevieja más solidaria

Centenares de voluntarios se han movilizado para encontrar a Jordi

Grupos de voluntarios buscando a Jordi.  / JOAN CASTRO / ICONNA

La noticia corrió impulsada por las redes sociales y por los grupos de Whatsapp, mezclada entre los deseos de Año Nuevo y las bromas navideñas más disparatadas. Pero según avanzaba la Nochevieja, cada vez dolía más pensar “en un niño de tres años solo en el bosque". Como Jordi seguía sin aparecer, muchos decidieron abandonar los festejos, sin importar las copas de más que llevaran, y actuar.

La respuesta saturó enseguida la capacidad de gestión de los equipos de emergencia, que incluso rechazaron ayuda emplazando a la gente a presentarse a las siete de la mañana en el Ayuntamiento de Camós, para buscar en cuanto asomara el sol. Muchas de estas llamadas las hicieron mossos y bomberos que estaban de vacaciones.

Un agente que vive con sus dos hijas en Besalú lo resume así: “Sentía que estaba a pocos kilómetros y que podía echar un cable, no podía ignorarlo”. Pese a que la búsqueda no se detuvo en ningún instante de la noche, la inyección de voluntarios entró en acción a primera hora. “Hemos comenzado convencidos de que aparecería, éramos muchos y con la luz lo veríamos enseguida”, explicaba un cooperante.

Cada grupo estaba dirigido por un bombero que les daba la orden de avanzar manteniendo entre ellos el contacto visual de manera permanente. “Una indicación que nadie ha podido cumplir, teníamos tantas ganas de encontrarlo…”, admitía luego con una sonrisa.

“SE LO HA TRAGADO LA TIERRA”

La convicción del inicio se ha ido tornando en nerviosismo, primero, y en frustración, después. En el interior de la casa, asediada por policías, bomberos, políticos y periodistas, estaban más abatidos. Un amigo de los padres contó que todos habían pasado la noche en blanco y que los Mossos no habían dejado de animarles asegurando que el dispositivo era bueno y que Jordi aparecería en cualquier momento. Unas promesas en las que les costaba creer.

Albert, un vecino de Llagostera de 34 años, no entendía qué ocurría: “Si piensas en la orografía de la zona, llena de desniveles imposibles de superar para alguien de su edad, y la cantidad de gente que hay buscando no tiene ningún sentido que todavía no hayan dado con él. Es como si se lo hubiera tragado la tierra", razonaba descorazonado a media mañana, cuando la búsqueda parecía no tener fin. 

Pero Jordi había logrado lo imposible: con solo tres años había completado una odisea a oscuras que asustaría a cualquier adulto y tras 20 horas entre los animales del bosque llegó hasta la masía de Can Ventós, lejos de donde parecía lógico buscarlo. 

MONTAÑA COLAPSADA

La Serra d'en Mont, donde está escondido el Mas Serrallonga, ha vivido este 1 de enero una oleada de solidaridad encarnada por centenares de ciudadanos que querían buscarle. Los Mossos al final tuvieron que cortar las pistas forestales de acceso para evitar que sus ganas de ayudar terminaran por obstaculizar la tarea de los profesionales. 

Los voluntarios eran, en su mayoría, buenos conocedores del lugar equipados con ropa técnica y bastones. Uno tenía un arañazo junto al ojo que daba la medida de hasta qué punto estaban comprometidos con la misión. La gesta de Jordi les ha brindado un final feliz que, sin duda, se han ganado a pulso. 

Xavier Ferrer, vecino de Caldes de Malavella (Selva), también quería ayudar. Para ello llamó a una amiga, que trabaja de vidente en Murcia. Le mandó fotos a su teléfono móvil del lugar en el que había desaparecido el niño y le pidió indicaciones para buscarlo. La mujer, "con la cabeza espesa tras una noche de fiesta larga", apostó por unas coordenadas concretas. Xavier, acompañado de su esposa y de su perro ‘Xip’, obedecieron y se animaron a probar suerte. “Por intentarlo, no perdemos nada”, se defendía. Él ha sido otro voluntario que, a su manera y con este original sistema de localización, ha buscado el modo de arrimar el hombro a una familia apurada.