Afincado en Barcelona desde hace un par de años, Carles Almagro Roig (Palafrugell, 1979) se define como «tejedor de momentos, corredor y daltónico de serie».
-Estaba en la construcción, de aparatista de topografía, hasta que se produjo el pinchazo del ladrillo y la empresa donde trabajaba comenzó a despedir gente. Yo fui uno de ellos y, encima, me pilló embarcado en una hipoteca y en plena ruptura con mi pareja.
-Vaya, la tormenta perfecta.
-Tiré un tiempo de paro y, luego, me metí en el mundo de las relaciones públicas y la noche. Pero no era para mí.
-Entonces se metió en las redes sociales.
—Poco a poco comencé a informarme, a estudiar y revolver en Facebook y Twitter. Y me estrené llevando las redes de algunos bares y restaurantes de Pals, donde me crie.
-¿Es la tarea del community manager?
-En parte, sí. Es la persona que se encarga de hacer de altavoz en dos direcciones: desde tu local, tu empresa o tu marca hacia el público, y al revés. Te informa sobre lo que la gente dice de tu negocio en las redes: «Oye, que la tortilla de tal sitio está riquísima».
-O sea, son los publicistas del siglo XXI.
-Mire, en las redes sociales puedes estar o no estar, no es obligatorio, pero si tienes un negocio mínimamente conocido, seguro que estarán hablando de ti. Si no metes la nariz en ellas, no te enteras ni reaccionas a las críticas. Muchas empresas aún no advierten el potencial que tienen las redes.
-¿Tanto?
-Para el ámbito de la restauración son una herramienta imprescindible; deberían estar todos. El mundo 2.0 te da mucha visibilidad y, si te lo manejas tú mismo, el coste es cero. A la larga, lo que se busca es que sea el cliente quien te haga la publicidad. Mire qué ha sucedido con el hashtag #mediterráneamente, de Estrella Damm.
-¿Qué?
-Pues que cada vez más personas se hacen fotos tomándose la cerveza y las cuelgan... Ahora, además, irrumpe con mucha fuerza en las redes la figura del influencer.
-¿Puede explicarlo, por favor?
-Son personas -dejemos las celebridades aparte- que tienen un montón de seguidores. Con las marcas pasa como sucedía en el colegio: tú le decías a tu madre que te comprara las zapatillas Paredes porque las llevaba el chaval más molón de la clase.
-Deme algún nombre de influencer.
-Por ejemplo, la barcelonesa Aída Domenech, conocida como Dulceida en la red. Lo está petando con su blog de moda y se la rifan firmas como Gucci.
-¿En cuántas está usted como usuario?
-En Facebook, Instagram, Twitter, Pinterest, Snapchat y además, tengo un blog. Como profesional, llevo el community management de Jack Daniel's, Vino Afortunado y hago fotos para el café Lavazza.
-¿Para qué sirve cada una de las redes?
-Facebook ya está un poco obsoleto; a mí no me gusta, porque hay demasiado cotilleo, pero todo el mundo lo usa porque es el equivalente a unas páginas amarillas. Instagram lo frecuento mucho, porque me apasiona la fotografía. Y Twitter es increíble: es la información al momento.
-En solo 140 caracteres, mascado.
-En eso le doy la razón: leemos cada vez menos y somos más vagos. Textos cortos, directos y una imagen que impresione.
-Y encima, Twitter lo carga el diablo.
-El problema es que en las redes todo lo que digas permanece. Lo borras luego, de acuerdo, pero quizá alguien ha podido hacer un pantallazo y tirar por la borda toda tu carrera profesional.