El auge de una droga entre los menores

La hierba actual es 10 veces más potente que la de los 'hippies'

ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

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La principal secuela que arrastran los adolescentes que han consumido cannabis desde la infancia es la laguna educativa con que invariablemente entran en la vida adulta, y una cierta tendencia a «fantasear» y no cumplir sus propósitos, asegura Miquel Casas, responsable de Psiquiatría en el Hospital del Vall d'Hebron e investigador de las sustancias adictivas. «En los dos o tres años que un adolescente ha estado consumiendo porros -en el supuesto de que lo deje-, le ha sido imposible fijar la atención en una lectura o concentrarse en un pensamiento abstracto», añade el psiquiatra.

«Aunque solo consumiera el fin de semana, no ha podido estudiar porque el efecto de la hierba persiste varios días -asegura Casas-. El cannabis es la única droga que permanece en el cuerpo más de 24 horas: tres semanas después de fumarlo, aún existen trazas en la sangre».

El método de cultivo actual del cannabis -«plantas regadas en casa por mamá, incentivadas con una luz potente»- proporciona una hierba de una pureza muy superior a sus predecesoras. «El cannabis de ahora, hecho en casa, es 10 veces más potente que el que fumaban los hippies», dice el psiquiatra. «Tres porros de hoy producen el efecto de 30 de los que se fumaban los Beatles».

LOS INEFICACES / Como ocurre con todas las drogas, la tolerancia al cannabis aumenta a medida que se consume. Para conseguir el mismo relax, la paz y la sensación de bienestar que inducen los primeros porros, es preciso ir incrementando la cantidad de hierba fumada. Y causa dependencia. «La necesidad de seguir consumiendo provoca que el adicto organice su vida alrededor del cannabis», señala Casas.

Un rasgo que caracteriza a los habituales del porro es su personalidad ilusa e ineficaz. «Son esas personas que hablan de grandes objetivos, que siempre están haciendo propuestas y planean montones de cosas que nunca cumplen -explica el psiquiatra-. No son psicóticos, son fantasiosos. Pueden prometer a sus padres que, si dejan los estudios, harán esto y aquello, pero, 10 años después, no han hecho nada».

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A esta situación se ha llegado por el «ninguneo o la infravaloración» que la sociedad, los médicos y la familias muestran hacia el cannabis, sostiene Casas. «Los hermanos mayores les dicen que la hierba es buenísima; Barcelona está llena de tiendas preciosas que ofrecen sus semillas y en los clubs se consume cada vez más. Los adolescentes llegan a la conclusión de que fumar porros no puede ser malo», asegura.

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