En cada amanecer de esta mujer hay un pensamiento de auxilio para deshacer dolor. Las causas llaman a la puerta del convento de Santa Clara, en Manresa, donde vive con otras cuatro monjas, y al que Sor Lucía Caram Padilla (Tucumán, 1966) llegó desde Valencia, a finales de los 90.
-¿Qué fue a hacer a Valencia?
-Fui a estudiar. A los 18 años había entrado de monja en una congregación de vida apostólica, de las que se dedicaban a la enseñanza, Dominicas, y luego me quise pasar a la rama contemplativa y vine a hacer la formación para ello a Valencia. Allí estuve cinco años en lo hondo del surco, en absoluta clausura y silencio. Creo que aún vivo de aquella intensa experiencia de oscuridad, de búsqueda, de no entender la estructura, la institución, un tiempo en el que se reforzó mi vocación de libertad.
-¿Por qué saltó a Catalunya?
-Yo ya conocía la comunidad de Manresa y la iglesia de Catalunya era más abierta. En ese momento preparaban el concilio provincial de la tarraconense y los aires aquí eran diferentes a los de la Iglesia de España. Elegí Manresa por su acogida a la gente y porque se atenía mucho a los pobres como opción comunitaria.
-Esa atención a los pobres es el origen de la Fundació Rosa Oriol.
-Sí, todo empezó con esa acogida que ya se hacía en la comunidad, dando un bocadillo, un yogur y una fruta a la gente que venía cada día al convento, a finales del 2008. En abril del 2009 ya atendíamos a 45 familias y se creó la plataforma ciudadana de solidaridad que, con voluntarios, conseguía comida. A los pocos meses teníamos ya 250 familias y creímos que constituir una fundación le daría más solidez al proyecto porque veíamos que aquello no era algo puntual, sino que iba para largo. Y como no queríamos ser solo un recurso de emergencia, le escribí una carta a Rosa Oriol -propietaria, junto a su marido, Salvador Tous, de la prestigiosa joyería manresana- pidiendo su colaboración. Durante un año nos ayudó anónimamente. Pero, al final, le pedí oficializar su ayuda y así nació en julio del 2010 la fundación que lleva su nombre: www.fundaciorosaoriol.org.
-¿Qué proyectos tienen en marcha?
-El buque insignia sigue siendo el banco de alimentos, con entrega de vales para que la gente compre lo necesario y hacer así más digna la situación de las 1.300 familias a las que atendemos. Hemos creado El costurero, un espacio donde enseñamos a coser y a hacer labores, con el mismo objetivo de crear empresa y ocupación que tienen los huertos donde se aprende a cultivar. También hemos construido una residencia para acoger a gente que está en la calle, para los que también disponemos de tres pisos y pronto tendremos cinco más. A todo ello ayudan 250 voluntarios.
-1.300 familias... ¿Qué haría esa gente si no existiera la fundación?
-Quiero pensar que hubiera surgido otra cosa. Una vez que has visto la necesidad, ya no puedes ignorarla, ni dejar de hacer. Y ahora los pobres ya no son estadísticas del señor Montoro, son nuestros vecinos. Dicen que el profesional no debe llevarse los problemas a casa, que tiene que guardar distancia con ellos. Para nosotros la distancia es la proximidad porque si no te metes en la piel del otro, eso no es tu problema y yo no puedo decir que un problema de la humanidad no es mío. Yo no puedo estar bien si alguien a mi lado está mal. La única manera de ayudar de verdad es sintiendo las causas como propias, sentir la herida del otro y no dejar los ojos en blanco.
-Las redes sociales facilitan el conocimiento de las causas de muchos, y usted las aprovecha bien.
-Las redes, como los medios de comunicación, son, para mí, el gran aliado, hacen más transparente el mundo, esa gran carencia general; puedes despertar conciencias sobre la honestidad y la coherencia y canalizar ayudas, sumar complicidades en la causa de la humanidad.
-¿Cuál es su mensaje principal?
-Despertar conciencia y generar esperanza, amar la vida y compartirla, vivir sin retener. Como digo en mi libro A Dios rogando (ed. Plataforma), el cambio del mundo empieza por el cambio de uno mismo. Cualquiera puede hacer la vida más amable, con ternura, amabilidad, bondad y alegría, poniendo atención no tanto en lo que hace, sino en cómo lo hace.
-¿Cómo haría llegar ese mensaje a quienes están mejor situados en nuestra sociedad?
-Sería muy necesario un pacto social, sentar en una misma mesa al banquero, al político, a las asociaciones de padres, madres y profesores, a los representantes de la asamblea nacional y a todos los que luchan contra la pobreza, y abogar por esa transparencia que nos obligará a todos a ser nosotros mismos.
-¿Diría que la crisis ya nos ha empezado a transformar?
-La crisis, que ha llegado por una estafa financiera y la corrupción política, pero también por malos hábitos de consumo, por caprichos e ignorancia respecto a la producción de alimentos, ha sido un despertar para muchas personas. Las necesidades de la gente nos han ido despertando y tocando a todos. El pan que les falta a muchas familias nos ha movilizado. Y ahora, atender esa necesidad que vive al lado es ya un imperativo de la conciencia.
-Su actitud y acciones aportan la ayuda y esperanza que reparte también Manel Pousa (el Pare Manel) desde su fundación en Nou Barris.
-El Pare Manel es un referente absoluto para mí. Es como imagino yo que sería Jesús, con un corazón inmenso y lleno de infinita humanidad y humildad. Como demuestra también el trabajo del padre Ángel (www.mensajerosdelapaz.com) o el de Viqui Molins.
-En esa gran implicación social, de ellos y de usted, ¿no incomoda a veces su papel de monjas y sacerdotes? ¿Encorsetarlos en la institución eclesial limita su trabajo o su libertad?
-Yo no vivo mi condición de monja como un dogma, sino como una manera de estar presente en la sociedad que yo elegí. La Iglesia como institución está muy estigmatizada, pero a mí mi comunidad religiosa me ha transmitido mucho. En ella vivo la fe con una gran dimensión de libertad. Tengo mi espacio para rezar y allí siempre me esperan, y me aguantan. Yo estoy enamorada del Evangelio y de la figura de Jesús y no me quedo en los límites de la institución, sino que vivo el mensaje de Jesús en la base, en la frontera, con el resto de personas que viven el Evangelio.
-El papa Francisco, compatriota suyo, se expresa y demuestra que también lo quiere vivir así. ¿Cuál es su mirada al actual Pontífice?
-El papa Francisco se ha hecho pobre, se ha vestido de pobreza para estar con todos y la gente lo busca para saber qué piensa. Con él ha vuelto la primavera a la Iglesia. ¿Cuánto hacía que la Iglesia no respiraba alegría? A pesar de todo, la esperanza y la alegría no deben desaparecer.
-¿Qué ha hecho hoy antes de esta entrevista?
-He ido a donar sangre. Es algo que no cuesta y salva vidas. Y me he informado para donar también médula.
-¿Y cuando acabemos, qué hará?
-Otra entrevista, para EFE.