PESADILLA EN LA PRISIÓN

Solidaridad entre rejas

Otros reclusos protegían en la cárcel de Roma al vecino de Montgat, le daban ropa y le escribían las cartas

En Nápoles se siente amenazado por los enemigos de su suplantador

El fantasma de su suplantador le persigue incluso dentro de los muros de la cárcel. Ser confundido con el narco uruguayo Marcelo Marín Iannandrea no solo ha conducido a Óscar Sánchez a prisión, si no que, allí dentro, le está causando problemas con quienes no conocen su historia y creen que él es realmente ese traficante. En prisión, el lavacoches de Montgat percibe en su propia piel la mala fama del narco uruguayo que suplantó su identidad.«Cuando salgo [en la hora del patio] me preguntan por mi causa y no sé qué responder, porqué aquí hay gente que está en el proceso y tengo un poco de miedo, porque miotro yo no está bien visto aquí. Se ve que hizo algo malo a ellos», cuenta el lavacoches en una carta escrita en la cárcel napolitana de Poggioreale.

Desde mayo, cuando Sánchez fue trasladado desde la cárcel romana de Rebibbia a la de Nápoles, la atmósfera se le ha hecho más pesada. En Roma compartía celda con cinco presos, en Nápoles«hay ocho en la celda y no estoy muy bien, [me paso] todo el día en la celda y solo dos horas de aire al día».«Esta prisión es una m... [sic] me tengo que acostumbrar: la celda es para ocho y la tele pequeña».

Las relaciones eran mucho mejores con los presos de Roma. Allí, la indefensión de Óscar despertó la solidaridad de algunos otros reclusos, según se desprende de las cartas que el lavacoches ha enviado a sus amigos de Montgat, y de otras que ha intercambiado con otros reclusos, a las cuales EL PERIÓDICO ha tenido acceso.

«Suerte de los compañeros aquí en la cárcel, que en estos meses me han ayudado con ropa y todo para el aseo personal»,afirma Óscar en una de sus misivas. «Aquí solo dan comida, todo lo demás hay que comprarlo». En vista de sus dificultades para escribir, algunos reclusos le ayudaron a redactar las cartas. Óscar relata que uno de los momentos más agradables de su reclusión fue cuando, en Roma, los presos montaron un torneo de fútbol y le eligieron como árbitro.

Estado de indefensión

Los reclusos con los que se relacionaba en Roma manifiestan la indefensión del lavacoches en sus mensajes, que a menudo acompañan las misivas que les dicta Sánchez.«Óscar es un chico de 15 años, no de 44», comenta un preso en una de estas cartas. Otro recluso afirma rotundamente:«A este chaval no se le puede dejar solo, tiene que estar tutelado». Y expresa su preocupación por los problemas que el lavacoches puede tener en la prisión de Nápoles, donde carece de esa protección.

En la lejanía de Nápoles, las cartas de apoyo que le envían los presos de Roma le reconfortan.«Cuando recibo vuestras cartas me pongo triste y a la vez me dan fuerzas», escribe Sánchez a un recluso de Rebibbia.