CRÍTICA

'Mindhunter': en la mente del asesino

El conflicto de la serie reside siempre en las mentalidades asesinas y el modo en que los protagonistas sentaron las bases del FBI moderno

Holt McCallany (Bill Tench) y Jonathan Groff  (Holden Ford) en Mindhunter. / EL PERIÓDICO

En la primera temporada de 'Mindhunter', los agentes federales Holden Ford y Bill Tench se entrevistan en la cárcel con Edmund Kemper, un tipo alto y fornido con un coeficiente intelectual de 145, es decir, un superdotado. Kemper es uno de los más famosos asesinos en serie de la historia americana y sigue entre rejas cumpliendo varias cadenas perpetuas. En el quinto episodio de esta segunda temporada, los dos agentes del FBI visitan a Charles Manson para seguir con sus estudios del comportamiento criminal. Manson tenía un coeficiente intelectual de 121, así que estaba por encima de la media. Listos son o eran, por desgracia.

Joen Penhall, creador de 'Mindhunter', y David Fincher, productor de la serie y director de los tres primeros capítulos de esta tanda de nueve (otros dos los realiza Andrew Dominik y Carl Franklin firma los cuatro últimos), trufan la segunda temporada de muchos aspectos "íntimos": una nueva relación sentimental de la doctora Wendy Carr, la situación familiar de Tench, los ataques de pánico de Ford.

Pero el conflicto reside siempre en esas mentalidades asesinas y el modo en que los protagonistas sentaron las bases del FBI moderno: trabajar en un sótano catalogando perturbados y transcribiendo cintas grabadas en presidio con David Berkowitz ('El Hijo de Sam'), Manson, William Pierce Jr., BTK (Dennis Raden) –cuyo lema era "Atar, Torturar, Matar"– y otros asesinos que aparecen en esta segunda entrega.

Hay más tensión entre Tench, Ford y Carr que cuando entrevistan a los psicópatas. No hay espacio para la armonía y la relajación. Como ejemplo, la excelente secuencia del episodio dos en la que Tench conversa dentro de un coche con un joven testigo que no quiere mostrar su rostro herido: nadie como Fincher para filmar ese diálogo en estático como la más atroz de las pesadillas.