“Abril es el mes más cruel, hacer brotar / lilas en tierra muerta / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral”. La crueldad del mes, tal y como la describe T.S. Eliot en ‘La tierra baldía’, tuvo este sábado, 'diada' de Sant Jordi, ración extra a tenor de las inclemencias del tiempo. Amaneció con el cielo tapado, con una lluvia modesta casi como pidiendo perdón, y a media mañana la gente se había lanzado en tropel a comerse hasta las pepitas de la supermanzana libresca. El engranaje de las firmas, la alegría de los lectores, las colas, nos devolvían una imagen que no veíamos desde 2019, esa exhibición impúdica de ciudadanía feliz, desenmascarada, dándose besos y oliendo las rosas (eso es casi una metáfora porque las rosas de Sant Jordi dejaron de oler hace mucho, pero sirve para retratar el grado de euforia). Para coronar la emoción, se apartaron las nubes y salió el sol.
El día del libro y la rosa
Sant Jordi 2022 sobrevive a un carrusel de tormentas
La jornada empezó de manera espectacular con las calles tomadas por la gente, pero los crueles chubascos impidieron una 'diada' histórica
Primera granizada del último día de Sant Jordi en el paseo de Gràcia. /
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