IDEAS PARA AYUDAR A LOS PACIENTES

Un amigo robot en el hospital

Un equipo tecnológico ayuda a los niños ingresados en el Hospital de Sant Joan de Déu

Los autómatas se han empleado con autistas, enfermos de cáncer y preoperados

Los robots interactuan con los niños en las habitaciones y salas de espera. / FERRAN NADEU

En el 2013, un niño autista se encontró un pequeño dinosaurio robot en una sala de espera del Hospital Sant Joan de Déu, en Esplugues. Al cogerlo por la cola, el dinosaurio se quejaba. Al acariciarlo, se dormía. De pronto, el niño acercó el dinosaurio a su madre para que jugaran juntos. La madre se puso a llorar: hacía meses que no tenían un momento de juego compartido.

Este episodio les ha quedado grabado a los responsables de un proyecto que en los últimos cinco años ha explorado los beneficios de los robots en ese hospital infantil. Hoy, la presencia de los autómatas se ha normalizado en el centro: una decena de pequeños dinosaurios electrónicos juegan con los niños antes de que les operen, se instalan en las habitaciones de los pequeños pacientes oncológicos, y se dejan abrazar durante la quimioterapia. Aunque el hospital no dispone de estadísticas, los responsables creen que centenares de niños han interactuado con los robots.

La experiencia comenzó para explorar  las posibilidades de interacción de niños autistas

La experiencia empezó en el 2010 con un convenio entre el hospital y el campus La Salle de la Universitat Ramon Llull, para explorar la interacción entre robots y niños autistas. “No hay que generalizar: episodios como el del niño autista y su madre puede que se produzcan hoy pero no se repitan mañana”, alerta Jordi Albó, ingeniero de La Salle y uno de los impulsores del proyecto.

IMPULSADOS A INTERACTUAR 

Esta experiencia dio frutos interesantes. El robot en forma de vehículo LS-Maker, que se utilizaba entonces, atraía la atención de los pacientes. Y el equipo del proyecto diseñó juegos que les empujaban a colaborar. “Por ejemplo, por carnaval tenían que tunear el robot para que se pareciera a un personaje: las piezas necesarias estaban repartidas entre todos, lo que les obligaba a interactuar”, explica Albó.

El proyecto se ha exportado a un centro de Boston (Massachussets, EEUU) y se ha convertido en un programa estable en el centro Caspan, de Panamá. Sin embargo, en la temporada 2012-13, Sant Joan de Déu lo aparcó para explorar el uso generalizado de los robots en el centro. En la segunda fase del proyecto, se implicó un grupo de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) que llegó a la conclusión de que el mejor candidato era Pleo, un robot-dinosaurio comercial. “Estudiamos durante un año qué tipo de robot había que usar. La apariencia del robot genera expectativas en los niños: los que tienen forma de perro o de humano funcionan mal, porque los niños esperan que se comporten como el original”, explica Cecilio Angulo, del departamento de automática de la UPC.

Los robots se usan como distracción  en momentos de ansiedad o estrés

“Los usamos como distracción en momentos de estrés, por ejemplo antes de entrar en un quirófano: el niño entra con el robot en los brazos y se lo encuentra en la habitación cuando se despierta”, explica Núria Serrallonga, directora del programa Child Life del hospital, dedicado al bienestar de los niños hospitalizados. “En la sala de espera de un quirófano, vi a una madre acunar al robot como a un bebé: le ayudó a gestionar su ansiedad para la operación del hijo”, recuerda.

CONTRA LA SOLEDAD

“También tienen un uso de largo plazo, para aliviar los sentimientos de soledad y tristeza de los niños ingresados durante más tiempo [como los pacientes oncológicos]: se los dejamos para que los cuiden como una mascota”, explica. Cada dinosaurio tiene un nombre puesto por los niños y grabado en un brazalete como el que llevan los pequeños.

El autómata cubre las necesidades  hospitalarias mejor que una mascota o un juguete

¿Por qué usar un robot y no cualquier otro juguete, o una mascota? “En el hospital hay animales, pero tienen limitaciones: por ejemplo, no pueden estar con niños inmunodeprimidos”, responde Miquel Domènech, psicólogo social de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) implicado en el proyecto. “Por otro lado, un robot tiene unos verdaderos comportamientos, que un juguete no tiene”, explica.

El grupo de robot cuenta ahora con una decena de miembros, tras una donación de una familia que había pasado por el servicio de oncología. Pero el equipo del proyecto ya está diseñando un robot propio, basado en lo aprendido en los años pasados. Se va a llamar Casper, y va a ser más rápido de Pleo, con más comportamientos e incluso conectado a internet. A qué animal se parecerá, sin embargo, es aún top-secret.

El robot-enfermero, una utopía

Diversas empresas y centros de investigación están explorando cómo los robots podrían ayudar a aliviar el envejecimiento. Pero varios expertos dudan que los robot sean los cuidadores del futuro. “Antes del proyecto del Sant Joan de Déu habíamos trabajado con robots y gente mayor, y no acababan de congeniar”, explica Cecilio Angulo. “Los niños, al contrario, los aceptan como unas mascotas”, explica. Son conscientes que son objetos sin vida, pero fantasean con sus comportamientos. Angulo afirma que en ningún caso se produjo una afección enfermiza hacia un Pleo. Los responsables del proyecto insisten también en que los robots solo son una herramienta más en manos de los voluntarios, que hacen el trabajo real con los niños. En un futuro, ¿los robots los sustituirán? “Aunque la tecnología alcanzara esas cotas, sería demasiado caro”, responde Angulo. “Los móviles o la teleasistencia no han acabado con las visitas de los familiares: ya ahora el cuidado lo llevan a cabo un conjunto de actores humanos y elementos tecnológicos”, observa Miquel Domènech.