Efectos de la precariedad
Las personas con problemas de vivienda tienen hasta seis veces más problemas de salud mental
Violeta, Braulio y su hija de 10 meses, con unos ingresos de 1.080 euros, malviven en una pensión con la incertidumbre de hasta cuándo podrán quedarse. Ambos están en manos de psicólogos por problemas de ansiedad
Los alquileres suben el doble que el sueldo de los jóvenes: "Vivimos con el agua al cuello, somos una generación sin horizontes"
Entrevista a Violeta, desalojada y actualmente viviendo en una pensión. / ELISENDA PONS
"Yo vivía llorando y pensando cosas feas, y un día me dije: ¿y si me tiro del piso, para que mi hija tenga un techo?", confiesa entre lágrimas de desesperación Violeta, de 42 años, en una cafetería de Badalona junto a su marido Braulio, de 30, y su hija Paula, de diez meses, que gatea por el suelo. Sí, Violeta ha pensado en suicidarse, tres veces. La última cuando la echaron del piso que ocupó durante más de tres años. Ahora viven en menos de 20 metros cuadrados en un hostal de Badalona, con el sueldo de 1.080 euros que recibe ella por un trabajo en una residencia de personas mayores. Él trabajó en negro pero tuvo que dejarlo cuando llegó la inspección. Sigue esperando los papeles. No les dejan ni inscribirse en la Mesa de Emergencia habitacional por haber vivido en el pasado como ocupas.
"La incertidumbre habitacional afecta a la salud física y mental: problemas de espalda crónicos, migrañas, fibromialgias y otras patologías inespecíficas psicosomáticas"
El caso de esta familia de origen peruano no es aislado. Y la solución de una habitación en un hostal no es la panacea. "La vivencia en pensiones es complicada. No puedes hacerte tuyo este espacio, ni tener una alimentación cuidada, dependes del menú de la pensión, que generalmente no es bueno. No puedes tener una conversación normal en la cocina, esa socialización que tan importante es", describe Juli Carrere, técnico de la Agencia de Salud Pública de Barcelona. Es decir, que los problemas ni mucho menos se acaban ahí, porque es una situación no estable, pendiente de la lista de espera de la Mesa de Emergencia. "Y esta incertidumbre dura tiempo, afecta a la salud física y mental. Se detectan problemas de espalda crónicos, migrañas, fibromialgias y otras patologías inespecíficas psicosomáticas", detalla Carrere.
Los estudios realizados hasta la fecha -y probablemente el que se publique en diciembre mantendrá la misma tendencia- confirman que las personas con inseguridad en materia de vivienda tienen cinco y hasta seis veces más posibilidades de sufrir problemas de salud mental. Se trata, para entenderlo mejor, de un 600% más respecto a la población general. Eso es incomparablemente mucho más que otras problemáticas que generan otras inquietudes, como el estar expuesto al CO2, que implica un 20% más de posibilidades de sufrir trastornos mentales.
"Hay que ser muy fuerte, porque hay días que no tienes ni ganas de levantarte"
"Primero llegan los problemas de salud mental -describe Carrere-, con la pérdida del control de la propia vida, y luego la mala alimentación, el alcohol, tabaco, drogas... con lo cual se acaba resintiendo la salud física". "Si además me veo en una pensión, se me desposee de mi red social", añade este especialista. "Hay que ser muy fuerte, porque hay días que no tienes ni ganas de levantarte", afirma Braulio, confirmando esa tesis.
Otro dato que revelan los estudios es que las mujeres son las más perjudicadas: el 70% de la población atendida por los servicios sociales es femenina. Y a ello hay que añadir "sentimientos de vergüenza, culpa y de estigmatización", describe el especialista de la Agencia, que apunta que la vergüenza es un sentimiento más asociado a los hombres.
Entre las imágenes más repetidas por parte de quienes sufren esta situación de precariedad habitacional está la de las cajas, porque sus vidas son de extrema provisionalidad. La vergüenza es algo más asociado a los hombres.
El sinvivir
Todo ello encaja en el relato de Violeta y de su marido. "Estoy en manos de un psiquiatra desde que me quedé embarazada de la niña. Le conté a la comadrona que tenía fecha de desahucio y ella me mandó al psiquiatra. Allí me diagnosticaron ansiedad. Muchas noches me levantaba llorando, angustiada, me faltaba el aire, con dolores de barriga. La fluoxetina es lo que hace que no llore", cuenta.
Violeta ha pensado tres veces en suicidarse, y Braulio también se lo planteó una vez
"He pensado tres veces en quitarme la vida: cuando tuve un problema con mi primera hija, cuando me quitaron a mi nieto y cuando nos echaron del piso. Todo esto lo hablé con el psiquiatra y me habló mucho, me ayudó. Yo tenía mucho miedo por la niña; es un sinvivir", recuerda. "Eso nos retiene un poco, ahora, la niña", esgrime Braulio.
El psiquiatra la ve cada mes, aunque la última vez Violeta no pudo acudir a la cita porque no le cambiaron el turno de trabajo. "A él le cuento cosas que me han pasado. A Perú no quiero volver, allí he vivido muy mal. Mi padre estuvo preso, mi madre se volvió a casar y su marido nos pegaba. Creo que ahora he sanado un poco y por eso decidí tener a la niña, tras mi primera hija", relata con sinceridad. Sufre también hernias discales, que está convencida que tienen que ver con su vida, más que azarosa.
Como la de su marido. "Me siento mal. Mi padre falleció en Perú el día de su cumpleaños y no he podido despedirme de él. Y no poder trabajar me pone triste. Quiero trabajar y que me salgan los papeles, por la niña más que todo", relata Braulio, que tampoco puede reprimir las lágrimas pese a una apariencia más sobria. Él también ha tenido pensamientos de acabar con su vida.
Braulio lleva su tristeza con un psicólogo. Tiene un informe de ansiedad. No toma medicación. Y aguanta llorando y procurando que Violeta no le vea. Repite la palabra tristeza. "Yo también he tenido una vida como Violeta. Mi mamá tiraba para su marido, nos pegaba, nos maltrataba. Un día la llamé desde aquí y me dijo que no la vuelva a llamar. Aquí no tengo a nadie...".
El Ministerio de Sanidad ofrece a la ciudadanía la Línea 024, un servicio de atención telefónica para personas con pensamientos suicidas, ideaciones o riesgo de conducta suicida, así como para sus familiares y allegados. Este servicio es confidencial, gratuito y está disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.
Lucha diaria
Ambos citan a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca como una muleta imprescindible. "En la PAH hemos llorado mucho", explica Violeta. Su vida es una lucha diaria para lograr piezas básicas de dignidad, como que les concedan no una, sino dos fichas a la semana para poder lavar la ropa en la lavadora del Hostal. Un hostal donde no faltan robos y diferencias entre los que logran vivir allí gracias a la asistencia social.
De su etapa ocupa no tienen buen recuerdo. "No sales a la calle. Todo lo llevas encima. Cuando ocupas, es un sinvivir", recuerda ella. Pagaban el agua y pinchaban la luz. "Enfermé, estaba doblada en dos, me detectaron tres hernias discales", recuerda. Ocuparon porque no podían pagar un piso. Durante ese periodo recibieron visitas del banco y de movimientos antiokupas. Hicieron los trámites para optar a un alquiler social. Sin éxito. Les dijeron que tenían que marcharse o, en caso contrario, aparecería la policía.
Durmieron tres días en el Centre d'Urgències i Emergències Socials de Barcelona (CUESB). Ahí llegó la desesperación y por mediación de la PAH lograron el hostal donde hoy viven, gestionado por servicios sociales. Cada tres meses se enfrentan a la renovación de esta prestación. O a la no renovación. Por ahora, siguen. Como siguen pidiendo que los acepten en la Mesa de Emergencia para lograr una vivienda.
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