Estigma entre quienes han de combatirlo

Los profesionales también tienen prejuicios sobre la salud mental

Un trato respetuoso y empático es clave para que las personas no tengan miedo a pedir ayuda

La estigmatización puede traducirse en tendencias a sobreproteger, infantilizar o controlar

El respeto, la empatía y la falta de prejuicios, claves.

Mariona Basté y Paula Barrantes

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La salud mental se ha convertido en tema central en nuestra sociedad.  Lo que antes podíamos ver como un caso aislado, cada vez se nos hace más cercano y real. Actualmente, casi todo el mundo conoce a alguien que ha experimentado malestar emocional. Sin embargo, todavía tenemos reticencias a la hora de hablar abiertamente de nuestra salud mental. El miedo a sentirnos juzgados es uno de los tantos motivos para no pedir ayuda cuando más lo necesitaríamos. En este sentido, garantizar un trato respetuoso y empático por parte de los profesionales de atención sanitaria es clave para que las personas con malestar psíquico no tengan miedo a pedir ayuda.

El estigma, todavía presente

Un tratamiento de calidad en salud mental significa mucho más que dominar técnicas clínicas o seguir protocolos. Para los profesionales de la salud implica trabajar con personas que a menudo se encuentran en situaciones de gran vulnerabilidad y malestar, en las que el respeto, la empatía y la ausencia de prejuicios son esenciales para garantizar un buen trato. Podemos pensar que los profesionales de la salud, por tener conocimientos técnicos, están libres de estos prejuicios. Pero la realidad es que los profesionales de salud mental, antes que profesionales, son personas.

Un tratamiento de calidad en salud mental significa mucho más que dominar técnicas clínicas o seguir protocolos

Creer que algunas personas a las que acompañamos no serán suficientemente capaces de responsabilizarse o que sus decisiones no serán las adecuadas son creencias que pueden estar arraigadas en algunos profesionales. En el ámbito de la atención en salud mental, la estigmatización puede traducirse en tendencias a sobreproteger, infantilizar o controlar a las personas atendidas por miedo a que recaigan o no mejoren. Esta dinámica genera malestar porque potencia que las personas se sientan desposeídas de su autonomía y del derecho a decidir en su proceso de recuperación. Por eso, es necesario promover dentro de los servicios de salud, no sólo espacios formativos, sino espacios de reflexión.

Romper el estigma en el ámbito asistencial, pues, implica detenernos, ponernos delante de un espejo, que no siempre es cómodo, y cuestionarnos creencias de que, a veces, no somos conscientes de que tenemos.

La persona atendida ha de sentirse escuchada y decidir, conjuntamente con sus profesionales, sobre lo que le irá mejor

La reflexión colectiva entre profesionales es necesaria para desconectar un momento de la inmediatez y el estrés, para revisar las prácticas diarias con actitud crítica y autocrítica. Identificar y cuestionar los prejuicios y estereotipos que nos perjudican permite pensar alternativas para fomentar prácticas más horizontales y respetuosas. Hay que velar por que la persona atendida se sienta escuchada y pueda decidir, conjuntamente con sus profesionales de referencia, sobre lo que le hará mejor en su proceso de recuperación. Cada persona es diferente, y lo que te puede ir bien a ti, puede que no funcione en otro.

Acompañamiento, atención colaborativa y apoderamiento no son conceptos abstractos

Hablar de acompañamiento, atención colaborativa y apoderamiento no son conceptos abstractos, tienen una implicación tangible, y es necesario el apoyo de las instituciones y el compromiso a la hora de facilitar que estos espacios se puedan llevar a cabo. Acompañar a las personas en su proceso de recuperación con respeto, dignidad y empatía es una responsabilidad compartida, una tarea colectiva donde profesionales, instituciones y sociedad debemos andar juntos en el día a día.

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Mariona Basté y Paula Barrantes, psicóloga y enfermera, respectivamente, técnicas de la entidad Obertament.

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