Un cuento de vampiros (y 7): Todos tenemos colmillos | Texto y podcast

Un niño mira a la calle mientras permanece confinado por el coronavirus en A Coruña. / EFE / CABALAR

Mientras estaba escribiendo todo eso en mi diario empezaron a dar voces mi padre y mi abuela, y es la primera vez en mi vida que oigo gritar a mi abuela, pero grita tan fuerte que mi padre se tuvo que callar y eso que estaba furioso. Mi abuela le dijo que ya estaba bien de montar escándalos y que las personas que no pueden perdonar van al infierno (porque ella cree en Dios y en la virgen) y mi padre le dijo que al infierno se iba a ir 'ese', y ella empezó a gritar y dijo que Dios perdona a los pecadores arrepentidos pero no a los orgullosos ni a los rencorosos, y que estos son sus pecados capitales. Mi abuela tiene un poco de razón, porque mi padre siempre está rencoroso con mamá y nunca admite que está triste, por orgullo.