Un hermano sin cuerpo (1): Explotación | Texto y podcast

Mi hermano Samuel y yo vivimos en un piso de cuarenta metros, creo que para mantener el único vínculo estrictamente biológico que nos queda. Desde que se murió nuestra abuela solo nos tenemos el uno al otro.

Un niño estudia en su hogar durante el confinamiento, el pasado 16 de abril. / EUROPA PRESS / IÑAKI BERASALUCE

Mi hermano Samuel y yo vivimos en un piso de cuarenta metros cuadrados en la frontera entre Gràcia y el Guinardó. Cuando nos emancipamos pasamos un tiempo alquilando habitaciones en distintos barrios de la ciudad, pero a menudo teníamos problemas de convivencia que eran difíciles de soportar sin vínculo afectivos con nuestros compañeros de piso. Es verdad que algunos de ellos se acabaron convirtiendo en buenos amigos, pero la amistad no basta para soportar las molestias que provoca cualquier presencia humana. Aunque hace tiempo que se graduó en una de esas carreras inútiles que él dice que sirven para pensar y emanciparse del sistema capitalista explotador en el que vivimos, mi hermano no trabaja y soy yo la que se hace cargo de los gastos que, en principio, teníamos que compartir al vivir juntos.