A mí me extrañó mucho cuando Carlota Sirvent denunció la desaparición de su marido. Fue un capítulo más de una historia extraña, que ya empezó cuando se presentaron aquí, porque ya me dirás quién es el guapo que decide pasar los fines de semana en este desierto. A mí y a mi marido no nos importó cederles parte del terreno. Bueno, tampoco daba para más y pensábamos que, al menos, lo iban a cuidar un poco, a limpiarlo de matojos y otras hierbas. Y que daría un poco de vida a la urbanización. Bueno, eso no. Esta parte del mundo está maldita, ya se lo digo, que tendríamos que hacer las maletas y largarnos de aquí, que solo vienen a emborracharse y a drogarse, allí, en la piscina, y a darse el lote y a montar fiestas de esas de la música a tope. Esta urbanización, ya lo digo, está maldita, desde el asunto aquel del muchacho que se colgó en el hostal, y ya nunca más fue lo que podía haber sido. Se jodió el invento y nosotros nos quedamos vete a saber por qué, porque no había otro sitio a dónde ir, puede que por eso.
El Vergel del Mediterráneo (4): Las miradas de Maria y Carlota (Maria) | Texto y podcast
Eduardo, el marido de Carlota, difunto, ha contado su visión de los hechos y la percepción, desdibujada, de su última noche
Solar abandonado junto a la N-II. Premià de Mar. /
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