Maria Bellpuig era la propietaria del terreno y también vivía allí, en la urbanización. De hecho, no era una parcela separada sino que formaba parte de su propia finca, pero nos dijo que le sobraba, o algo parecido, que antes de que se llenara de rastrojos y malas hierbas prefería alquilarla a alguien, “cederla”, creo que dijo, “sobre todo por eso, para que la mantenga limpia”. La concepción de limpieza de Maria Bellpuig tenía mucho que desear. Solo bastaba con mirar la parcela (toda entera) y comprobar que malas hierbas y rastrojos campaban a sus anchas. Vivían, ella y su marido, en un cobertizo con plásticos en lugar de vidrios, en las ventanas, con algo así como una puerta chirriante de uralita y un par de depósitos enormes de agua en el exterior. El techo, también de uralita. Un todo terreno aparcado en lo que ella llamaba huerto y que solo daba, al parecer, patatas, que es lo que se da en cualquier huerto, se llame como se llame, y por muy descuidado que se tenga. Vivían de las patatas, creo, y de negociar con chatarra.
El Vergel del Mediterráneo (2): El terreno de Maria Bellpuig (Carlota) | Texto y podcast
Carlota Sirvent y su marido, Eddy, deciden alquilar un terreno en la urbanización Vergel del Mediterráneo. A él le han diagnosticado una enfermedad neurodegenerativa.
Solar abandonado junto a la N-II. Premià de Mar. /
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