Hogueras (3): Cuarto piso | Texto y podcast

Yo pasaba la mano por la pared y contaba los escalones. La botella de leche hacía un sonido ahogado. Si no se había echado a perder, pronto lo haría, y añoré mi bolso con el móvil y la cartera, las llaves de casa, mis trocitos de normalidad

zentauroepp36063117 escalera200720184414 / JULIO CARBÓ

Oía a un gato maullando por el hueco de la escalera. Quizá si hubiera sido un perro no habría seguido subiendo, me daban pánico desde un verano que pasamos en casa de los abuelos, cuando una tarde en que habíamos estado recogiendo melocotones del huerto de la granja de los Ventura, un perro tan grande como un caballo nos persiguió hasta casi la puerta de casa. Íbamos en bici, y recuerdo que lloraba mientras pedaleaba con todas mis fuerzas. Samuel y Xavier, que nos había venido a visitar unos días, se habían puesto a mi lado para intentar echar al perro dándole patadas. El perro hizo caer a Samuel de la bicicleta y le mordió un brazo, lo oí gritar de dolor detrás de mí, y derrapé y me caí, y a pesar de las raspaduras cogí un montón de piedras y se las tiré con furia, le cayeron encima una detrás de otra y entonces el animal bajó la cabeza. Xavier saltó de la bici y se lanzó contra el perro armado con un palo, y Samuel se levantó y gritó corred, corred y corrimos sin mirar atrás y cogidos de las manos hasta que llegamos a casa de la abuela, que nos regañó y le curó el brazo a Samuel.