Las cartas de la memoria (y 7): Una silla de enea | Texto y podcast

Las cartas llegaron a EL PERIÓDICO. Palabras escritas para llenar el vacío de una despedida robada. Pero las letras siempre llaman a otras letras. No se están quietas. Tejen ficciones que quieren ser bálsamo. Palabras para conjurar y compartir la ausencia.

Cartas manuscritas. / 123RF

Cinco mujeres de papel secante clasifican las cartas de tinta y las de agua y sal. Hacen turnos de varias horas en el no tiempo, así pueden enjugar la pena y la humedad bajo el sol. En la plaza del reencuentro, no cesan la música ni el baile. Los pasos siempre andan acompasados, unos reflejos de otros, con alma de calidoscopio. Tampoco la imprenta de tinta iridiscente deja de imprimir cuentos para espantar el miedo. En la tierra de las palabras, la ausencia y la existencia hablan un mismo idioma. Y en el interior del tejo del silencio, el tiempo sigue dibujando sus anillos. Así quedan marcadas las sequías y los periodos de lluvia. Las cicatrices de un incendio. También los susurros de la vida. El viento los devuelve, un eco que huele a resina. No es fácil la ausencia. Es una silla de enea, de madera y tallos secos anudados, en la calle de un pueblo perdido. Una espera que no es espera. Porque nunca pasa nada. Tan solo el pensamiento, y la memoria.