Esta mujer, inquieta y sonriente, está muy contenta. «A partir de septiembre, ¡por fin podré vivir solo de enseñar pilates, mi gran sueño!», exclama al empezar la conversación. Es María Rodríguez, de 38 años y residente en Badalona. Hace algo más de un año empezó a soltar lastre y tomó la decisión de convertir su gran pasión de siempre, la gimnasia, en su profesión. Dejó los mil y un trabajos que había tenido de administrativa y empezó a poner un pie en gimnasios y centros varios. «Las condiciones laborales no eran las mejores, pero valía la pena probar», dice. La recompensa le ha llegado ahora: el mes que viene ya solo trabajará de instructora de pilates y dejará también su trabajo de informadora en la Casa Museu Gaudí. «Enseñaré pilates en centros cívicos, centros especializados y con clases particulares pero ya con un contrato serio. Gano en felicidad y en calidad de vida. Hacía más de cinco años que no trabajaba con un contrato en condiciones y ahora por fin sí», celebra.
MARÍA RODRÍGUEZ. TRAS HACER MIL Y UN TRABAJOS, YA PUEDE DEDICARSE A SU PASIÓN
«¡Por fin puedo vivir solo de enseñar pilates!»
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