Hace años que me pego unas caminatas tremendas para disfrutar de las playas nudistas donde cuesta llegar. Playas sin niños, sin reguetón, sin vendedores ambulantes y, sintiéndolo mucho, sin chiringuitos. Las playas nudistas son como el vagón en silencio del AVE. Un remanso de paz donde todos sabemos lo que tenemos que hacer. Ser respetuosos, no hablar muy alto y disfrutar sin mirar al de al lado. Pero no sé qué está ocurriendo últimamente, que parece que las personas de las playas textiles (las no nudistas) han decidido venir a invadir nuestro espacio, atraídos por la tranquilidad y la belleza. No pasaría nada, si no fuera porque estos intrusos no se desnudan y molestan. ¡Que hagan lo que quieran, estamos en un país libre y nadie te puede obligar a desnudarte! Pensaréis algunos. Déjenme que discrepe. La mayoría de las playas del mundo son textiles y a mí no se me permite ir a ellas desnuda. ¿Por qué tengo que permitir que tú vengas a las nudistas vestido? ¿Tienes todo el mundo para ti, puedes hacer el favor de dejarnos esta minoría ridícula para nosotros? Eso lo mismo les dije a una familia que se sentó a medio metro de mí, en la playa nudista de las Filipines, en Gavà.
Nudismo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La invasión de los textiles
Las playas nudistas son como el vagón en silencio del AVE, un remanso de paz donde todos sabemos lo que tenemos que hacer
Nudistas en la playa de Sant Sebastià. /
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