La playa del Fòrum se arrincona entre la desembocadura del río Besòs y el puerto deportivo que los fastos de 2004 dejaron como legado donde Barcelona borró todo rastro de las barracas del Camp de la Bota. Un ‘skyline’ industrial y poco bucólico -dibujado por las chimeneas de la incineradora de basura Tersa y de los ciclos combinados de Endesa y Naturgy- se cierne a la espalda de los pocos bañistas que se tumban en este punto de la costa, en el borde entre Sant Adrià y la capital, circundado por la Ronda Litoral y aislado de los apartamentos del final de la Diagonal y los bloques de La Mina. La Unión Europea lleva cuatro años seguidos advirtiendo de las pobres condiciones sanitarias del agua que baña ese margen exterior de la urbe. El suspenso -desapercibido hasta ahora- sitúa a la orilla de ese recodo barcelonés al borde del cierre si los análisis no mejoran este verano.