Supongamos, y no es del todo ciencia ficción, que de las ocho playas de Barcelona (sin duda el espacio público más exitoso de todos los que se crearon con motivos de los Juegos Olímpicos) solo fuera posible salvar una de la desaparición a la que parecen estar condenadas antes de que acabe este siglo. Cuál elegir y, sobre todo, cómo salvaguardarla de la prevista subida del nivel del mar y de las embestidas cada vez más habituales de las olas. Esa es la pregunta a la que, por elevación, tiene respuesta uno de los 11 volúmenes que (para consumo interno, no están disponibles en las librerías) tiene editados Barcelona Regional, el mayúsculo laboratorio de ideas y soluciones de ingeniería del área metropolitana. Se titula ‘La reinvención de la costa’ y lleva la firma de Miriam García, director a del taller de urbanismo y paisajismo LandLab y Premio de la Bienal de Arquitectura de 2013. Miren, como anticipo del viaje que aquí comienza, la foto principal de esta crónica. Podría ser la playa de Sant Sebastià en 2095.
Los retos del cambio climático
Barcelona, 2095, la última playa viva
La violencia meteorológica prevista para este siglo XXI invita a sopesar ya soluciones arquitectónicas radicales para el litoral de la ciudad
La playa de Sant Sebastià, una laguna artificial, en el año 2095, en una de las provocadoras miradas de LandLab. /
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