Práctica perdida

Arenys revive el veraneo de antaño

La exposición 'Estiueig de proximitat 1850-1950' recuerda los interminables estíos de la burguesía dedicados al ocio y a la toma de aguas

El turismo de masas y la institucionalización de las vacaciones pagadas acabaron con una costumbre que ha dejado un rico patrimonio

Un grupo de mujeres paseando por Sitges, en 1900. / Col·lecció Sebastià Giménez Mirabent

El ‘Fletxa d’or’, un tren que enlazaba Barcelona con Caldetes sin paradas para trasladar jugadores al reconocido Casino Colón. Un paseo monumental de más de un kilómetro en La Garriga, municipio balneario por excelencia. Y casetas en la playa, para cambiar las enaguas y el corsé por largos trajes (literal) de baño, en toda la costa. Vestigios de un tiempo en el que no se hacían vacaciones, se veraneaba. Las élites, por supuesto. Pues la práctica no estaba al alcance de todo el mundo ya que para cambiar de domicilio durante dos, tres o cuatro meses con toda la familia y, evidentemente, con todo el servicio a cuestas se necesitaban recursos. Económicos, básicamente. Así que el sano y ocioso acto del veraneo lo ejercían las clases más pudientes. Burguesía y aristocracia. Sano y ocioso acto porque su práctica estaba tan vinculada a la salud (al cambio de aires y a la toma de aguas)  como a pasarlo lo mejor posible.