La noticia no debería caer en el olvido. El Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs cerró al público el pasado 29 de mayo y hasta nueva orden la playa del Litoral, una de las zonas de baño más agraciadas de esa minúscula y maltratada ciudad, la Cenicienta metropolitana, pues allí se invirtieron, con motivo de los Juegos Olímpicos, 1.200 millones de pesetas (hoy, al cambio y sin contar la inflación, más de siete millones de euros) en un centro deportivo muy resultón y con vistas al mar. Un análisis reciente detectó en la arena de esa playa cantidades inquietantes de plomo, cobalto, cobre, arsénico, níquel, zinc, molibdeno, vanadio y restos de benzopireno. En un apocalipsis químico, estos serían los jinetes. Lo sucedido no se puede calificar de sorpresa. Lo ocurrido a ambos lados de la desembocadura del Besòs durante el último tercio del siglo XX es, perdón de antemano por la expresión, vomitivo. Es un acto de contrición repasarlo. Señores lectores, encontrarán bolsas por si marean en el respaldo del asiento delantero. Vamos de viaje.
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Sant Adrià de Besòs, la Cenicienta envenenada
El cierre de una playa por contaminación añeja reabre el debate sobre qué sucedió allí en los tóxicos 80 e invita a la vergüenza política
La playa del Litoral, cerrada a los bañistas desde el pasado 29 de mayo y hasta nueva orden /
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