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¿En qué lugares de Barcelona se rodó 'Polvo serán', el emotivo casi musical sobre el derecho a la muerte digna?
La directora de arte Laia Ateca nos comenta los escenarios de la película de Marqués-Marcet, recién llegada a salas tras su estelar paso por festivales
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Ángela Molina (Claudia) y Alfredo Castro (Flavio) pasean por la playa de la Mar Bella en 'Polvo serán' / Elastica Films
"Nos vamos juntos o no se va nadie": en esa frase de tono lapidario queda resumida la esencia de 'Polvo serán', raro caso de película actual desesperadamente romántica y aún más raro, rarísimo caso de casi musical sobre el derecho a la muerte digna. Después de serle diagnosticada una enfermedad terminal, la actriz encarnada por (una enorme, claro está) Ángela Molina decide despedirse del mundo antes de dejar de reconocerse a sí misma. Y con ella quiere irse su compañero de cuatro décadas, el director de teatro interpretado por (un también sobrecogedor) Alfredo Castro.
Superando todo lo bueno visto en otros de sus trabajos, como 'Els dies que vindran' y series del nivel de 'En el corredor de la muerte' y 'La Ruta', el director Carlos Marqués-Marcet aborda las ramificaciones de esa voluntad compartida con un realismo psicológico que incorpora el humor y la calidez a la natural angustia. Además, se esfuerza por convertir este periplo en una experiencia estética singular, con escapadas a la fantasía musical en las que brillan las composiciones originales de Maria Arnal y las coreografías de La Veronal.
El teatro en casa
En la riqueza de la experiencia influye también la barroca dirección de arte de Laia Ateca, quien ya trabajó con Marqués-Marcet en '10.000 km'. Buena parte de la trama se desarrolla en una gran casa familiar con aires de almacén de compañía de teatro. "La encontramos en el barrio de Gràcia", nos revela Ateca. "Tras estar barajando dos opciones, nos quedamos con ella porque tenía una arquitectura de base muy interesante, que creaba un circuito muy rico para el inicio de la película. Además, nos atraía su aire de joya conservada en el tiempo y ese jardín en medio de edificios modernos; un milagro de espacio al aire libre en medio de la ciudad".
"La vaciamos entera –continúa Ateca– y la llenamos con muebles y objetos que nos hablaban de la vida de Claudia y Flavio, los personajes centrales. La intención era traer el teatro a la casa. Jugar con el límite entre vida y representación, con los cortinajes, los trampantojos, los bodegones, elementos que les han sobrado de representaciones, de viajes… Hubo un trabajo minucioso para irlo llenando todo de capas: objetos, libros, etcétera".
Sin salir de Barcelona, vemos también a los protagonistas pasear por la playa de la Mar Bella o a Claudia y su hija Violeta (estupenda Mònica Almirall Batet) acercarse a ver las flores de los jardines de la Tamarita (Pg. de St. Gervasi, 47), excursión que acaba en canto y baile. Para otras de esas fugas alucinantes se crearon espacios en plató. "Hicimos tres: un espacio negro infinito, al más puro estilo del musical de los años cincuenta; otro también infinito, pero blanco, donde Ángela se va convirtiendo en ceniza, y por último, ese autobús de línea que queríamos convertir en una sala de ensayo de baile".
El viaje a Suiza
Sin revelar demasiado a nivel argumental, añadiremos que la acción se desplaza a Suiza, donde el suicidio asistido no es delito y muchos europeos acuden en busca de una muerte digna. "Tuvimos la suerte de poder rodar en la casa real de Dignitas [la fundación suiza que ofrece asistencia al suicidio]", explica Ateca. "Poder conocer ese sitio y la gente que trabaja de voluntaria fue de lo más interesante de la película; creo que eso nos ayudó a todos a vivirlo de manera más real y a traspasar la realidad a la pantalla. En esa casa habían acompañado a morir a gente el día antes y moriría gente el día después".
Las supuestas montañas suizas son, en realidad, por cuestiones de coproducción, las Dolomitas italianas, "un sitio impresionante también", donde hace tres décadas se rodaron las escenas más espectaculares de una película bastante diferente a esta, aunque también bellísima: 'Máximo riesgo'.
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