Ildefons Cerdà proyectó aquí un bosque. Las carencias en vivienda frustraron su deseo, pues se estimó que este era un terreno óptimo para trasladar a centenares de inmigrantes que malvivían en barracas, y fundar el “poblado del suroeste del río Besós”. Su nuevo destino no fue al principio mucho mejor que el Somorrostro o Montjuïc (pronto se percataron los recién llegados de la calidad deficiente de los materiales empleados en los edificios). Pero la lucha vecinal terminó dando sus frutos, y hoy las mejoras son palpables. Esta mezcla entre lo viejuno y lo nuevo, y un batiburrillo de procedencias sin igual en Barcelona, hacen que una visita al barrio sea cualquier cosa menos aburrida.
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