Este domingo estuve en el Bar Brusi tomando un café, completamente ajeno a que el local estaba consumiendo sus últimas horas de vida. Una casualidad que me sirvió de despedida involuntaria. Al fondo del bar, la señora Montserrat se agitaba en su pequeña cocina. No pude evitar maravillarme de nuevo con los servilleteros Schweppes y su legendaria barra setentera. Cuando el lunes me enteré de que el Brusi bajaba la persiana, me maldije por no haber pedido unos callos y darle el adiós merecido a un plato icónico al que le rendí debida pleitesía durante los años que viví en el Gòtic.
Toma pan y moja
Adiós a los callos del Brusi, por Òscar Broc
Otro clásico que baja la persiana: cierra el Bar Brusi. La cazuela gigante de callos de la señora Montserrat ya era un icono de Barcelona
Los callos de la señora Montserrat en el Bar Brusi. /
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