Los platos se contagian más que la tosferina: un día encuentras algo original y, al poco, se ha reproducido con frenesí conejil.
El primer arroz en una lata lo hizo Kiko Moya en L'Escaleta (Cocentania). Y el segundo, Santi Colominas (sin tener noticia del primero) en el superchiringuito Toc al Mar, optando por un recipiente de lados iguales, lo que planteó un problema filosófico: ¿puede la paella ser cuadrada?
Luego ha sido un no parar para regocijo del comensal desinformado, que aplaude a cada chef latoso como si fuera el primero. Hay incluso miniaturas, como la que sirve Somorrostro con butifarra y pulpo.
Los caracoles se quejan porque los han desahuciado.