Quizás aún lo veas en las Ramblas, entre estadounidenses sorbiendo 'smoothies' de mango y solteros en tiempo de descuento con sombreros mexicanos: Ocaña baja vestido de señora cantillanera del brazo de dos amigos. En algún momento, se levanta la falda dejando a la vista sus genitales o su trasero. Atrapa aplausos y cuchicheos. Y si sucede como el 24 de julio de 1978, cuando acabe su teatrillo la policía lo detendrá, cosas de la peligrosidad social, formándose una bronca fenomenal a la altura del Café de la Ópera.
Conde del asalto
La Rambla de Barcelona bajo el sol de Ocaña
Ocaña en una imagen de archivo y en la portada del libro Ocaña, el eterno brillo del sol de Cantillana.
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