No soy el entomólogo y cazador de lepidópteros que asistirá a la eclosión de la crisálida y el primer vuelo de la mariposa. Ni el ornitólogo que asistirá ojiplático al polluelo que rompe el cascarón de un cabezazo antes del primer pío. Ni el veterinario que acompaña el primer trote patizambo del cervatillo. Ni siquiera el profesor de guardería que verá la primera vez de aquel gesto (la primera voltereta) o de aquel otro (el primer patadón en los genitales) del niño o la niña. Incluso me perdí hace un par de días el encendido de la estrella de la Sagrada Família (si siguen así, acabarán poniendo un McAuto, un casino de Las Vegas, un chalé adosado de Torrevieja). Ni he asistido ni asistiré a todos esos primeros milagros, pero sí a otro muy concreto: la primera vez que alguien compra un vinilo en una tienda de discos.
Conde del asalto
¿Vendéis discos?
Es hora de desmitificar la caricatura del dueño o trabajador de las tiendas de vinilos
Vinilos en Disco 100, la tienda de discos de la calle Escorial, en Barcelona. /
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