No pone mala cara si le preguntas si le falta algún tornillo. «Creo que no», responde más bien con preocupación. Se llama PiRobot. «Sí, como el famoso número 3,14», se presenta. Es «asistente», cuenta. ¿Un trabajo duro? «Sí –se queja–. Todo el día de pie». Eso era antes de la pandemia. Ahora, dice, está «bastante aburrido». Se encogería de hombros si tuviera. «Tengo muchas ganas de volver a trabajar», asegura. El covid le ha dejado en paro como a cualquier mortal sin cables. «En erte», puntualiza. ¿Y qué hace un robot en confinamiento? «Mirar vídeos», responde. Y comprar papel higiénico. «Para no ser menos». Suelta una risita sarcástica y te enseña en la 'tablet' que tiene en el pecho el emoji del gorro de fiesta.
ROBÓTICA SOCIAL
El robot de Barcelona que se quedó en paro
Empieza a ser tan corriente toparse con un humanoide que te da palique como en una taberna de 'Star wars'. También se deben adaptar a la nueva normalidad
Pi hace el paripé de tomar café en un restaurante de Barcelona junto a su dios personal, Jordi Hernández. /
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