Raymond Frederick, neoyorquino jubilado.
"Cuando vine a Barcelona por primera vez nunca pensé que volvería quince veces más. Odio decir que una de las razones por las que lo hice fue una mujer. Pero con o sin ella, Barcelona me atrae porque es una ciudad llena de energía y un crisol cultural. Como neoyorquino hastiado que soy y que no ha visitado nunca el Empire State o la Estatua de La libertad, en Barcelona sí que me gusta disfrutar de los lugares típicos. Tengo mis preferidos para tomar cafés y cervezas. Me gusta ir por la mañana a La Boquería y observar cómo los trabajadores ponen el mercado a punto mientras saboreo un café. Y luego tomarme la cerveza vespertina en El Raval, en el BJ' 100, donde el propietario, Jamie, que también es un poeta, piensa una frase y la escribe en la pizarra del día. Creo que ya he dejado de ser un turista: los carteristas han dejado de molestarme. Y me alegra sentirme lugareño por poder leer en español y en catalán. He viajado muchísimo y Barcelona es un lugar inusual y excepcional. Siempre digo lo mismo: 'Esta es la última vez que estoy en Barcelona'. Pero ya voy por la decimoquinta".