Ramon Casas y Santiago Rusiñol. Los dos máximos exponentes del modernismo. Del modernismo catalán. Dos artistas con estilo propio y autóctono. Como si el movimiento hubiera emergido aquí cual champiñón. Y no: ni el uno ni el otro fueron ajenos a lo que se cocía fuera. Al contrario: ambos participaron de las corrientes artísticas que animaron París en la segunda mitad del XX. Y de eso, de las influencias que recibió y proyectó el más joven de los dos, habla 'Ramon Casas, la modernitat anhelada', la exposición que cierra el Any Casas y que reúne en el Museu Maricelde Sitges (hasta el 19 de febrero) 178 obras, suyas y ajenas, que ayudan a seguir la trayectoria del pintor y entender las fuentes de las que bebió. Ahí van las imprescindibles, que no las más icóncas, para comprender su evolución.
ARTE
Casas no fue un champiñón
El Museu Maricel cierra el año dedicado al modernista con una exposición que examina su contexto artístico
’DESPUÉS DEL BAILE O JOVEN DECADENTE’ (1899), DE RAMON CASAS. Casas convirtió la figura femenina en uno de su motivos más habituales. Pintó tanto a la mujer sofisticada próxima al decorativismo de 1900, como a la mujer moderna alejada de la imagen tradicional.
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