"No puedo más", confesó Elsa Artadi. Y se fue. La mujer que pudo ser candidata a presidenta, que pudo ser 'consellera', que aspiraba a la alcaldía de Barcelona, política sin tregua ni fines de semana libres, presente en todas las decisiones del independentismo y más allá, dice basta. ¿Qué hay detrás de este adiós? ¿Tienen derecho los políticos -a los que la democracia pone tanto en el centro del poder como de la diana- a decir que no dan más de sí, que no están motivados, que se han equivocado o que el adversario tenía razón? ¿Su jefe de prensa se lo permitiría?¿El público lo entendería? ¿No es contradictorio reclamar políticos de perfil humano cuando en realidad se les exige, por tierra mar y tuit, que sean nuestro guía, nuestro terapeuta, nuestro pedagogo y el mejor gestor del dinero público? El caso Artadi abre una Caja de Pandora que, a diferencia de la caja mitológica, no contiene todos los males sino todas las verdades incómodas y el espejo de una sociedad instalada en la posverdad, la hipercrítica y la volatilidad.
Estrés y sobreexposición en la profesión más cainita
PolítiKO, un oficio de alto riesgo mental
El "no puedo más" de Elsa Artadi, de Junts, abre el debate sobre la ultraactividad del liderazgo político
La contradicción entre lo que se exige a los dirigentes y la necesidad de humanizarlos, clave de futuro
Elsa Artadi renuncia a ser candidata a Barcelona por motivos personales /
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