JUEGO DE TRONOS

Calviño y la coalición, más papistas que Macron

El presidente del Gobierno y la vicepresidenta primera, Pedro Sánchez y Nadia Calviño, conversan con la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en el pleno del Congreso de los Diputados de aprobación definitiva de los Presupuestos Generales del Estado para 2022, este 28 de diciembre de 2021. / EFE / FERNANDO ALVARADO

En algunos (muchos) sentidos, una pandemia como la actual tiene sobre la economía unos efectos similares a una guerra. No destruye los medios materiales de producción pero altera los recursos humanos y, sobre todo, se lleva por delante a las compañías que arrastraban problemas anteriores, desde el excesivo endeudamiento hasta las ineficiencias por falta de adaptación al nuevo contexto, verde y digital. Junto al escudo social, Europa puso desde el inicio de la pandemia dos instrumentos en manos de los Estados para generar también un escudo empresarial. El covid no podía comportar un cierre masivo de empresas que disparase el paro. Por ello, se propicio una política monetaria expansiva que permitiese a los Estados dar o garantizar créditos a las empresas. Los principales gigantes del sector turístico español, por ejemplo, se están salvando por esta vía, gracias a los créditos del ICO y de la SEPI. Y se permitió, también, la autorización previa de operaciones corporativas (opas) por parte de capital extranjero. España está haciendo un uso muy selectivo, y a menudo arbitrario, de estos dos mecanismos.