la última hora de votación

Las primeras elecciones en la Luna

Presagiadas como cataclísmico, este 14-F ha terminado por ser anecdotario y una ocasión para releer a Lichtenberg

Mesas electorales en el polideportivo de El Carmel. / Ricard Cugat

Antes de entrar en harina, vaya por adelantado en estas primeras líneas un ‘mil gracias’ a todos quienes este 14-F han sido presidentes o vocales de una mesa electoral y, también, suerte y mucha salud a quienes de siete a ocho han decidido que una analítica positiva o una cuarentena preventiva no les iba a hurtar su derecho al voto. Así es, gracias y suerte, porque el encargo de la jefa era reportajear esa insólita hora de votación, una ocasión para caer la broma fácil e incluso ofensiva, y el propósito, claro, es no tropezar en ese error, porque entre poca y ninguna culpa tienen ambos grupos (los de la mesa y los que votan) de que este último año de tan poco pan y pésimo circo (frase gentileza del escritor y dramaturgo Marc Caellas, que la vio escrita en una pared) haya terminado de este modo, con una jornada electoral que algunos anunciaron cataclísmica y que al final ha sido solo anecdotaria.