En otra vida, en una dimensión alternativa, un domingo de elecciones que coincidiera con el Carnaval y con San Valentin sería un despelote. Ya me imagino a unos cuantos vestidos de payaso ante las urnas, a una comparsa de trogloditas bailando merengue o a alguien con un disfraz de virus merodeando por las mesas. O un par de enamorados (aunque aquí somos más de Sant Jordi) dándose el lote mientras escogen opción política. Pero no. Este 14 de febrero se levanta gris y si el colorido habitual de la llamada fiesta de la democracia, que a estas alturas más parece un velatorio.
Colas, silencio y paciencia en Girona
La fiesta de la democracia se asemeja a un velatorio en un día invernal, desapacible y de lluvia fina
Un votante en Sant Julià de Ramis. /
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