La oposición está siempre constreñida por el reloj. El Gobierno interviene sin límite de tiempo cuando comparece en el Congreso, pero la oposición debe ceñirse a márgenes estrictos. La batalla suele ser desigual. Pero no en las mociones de censura. Aquí el grupo que la propone puede hablar cuanto quiera, y por partida doble, a través de quien la presenta y quien se postula para sustituir al presidente. Nunca Vox había tenido un escaparate de este tipo, nunca antes se habían escuchado sus furiosas diatribas de extrema derecha tan a fondo en el Parlamento, durante más de tres horas y media en sus discursos iniciales, primero Ignacio Garriga y después Santiago Abascal, con los diputados presentes (solo la mitad, debido a la pandemia) escuchando en silencio, sin ningún abucheo, cómo la formación ultra arremetía contra todo.
CONTRACRÓNICA
Una intoxicación ultra
Vox convierte su gran cita en una moción de censura contra el mundo: el Gobierno, la UE, China, la inmigración, el ecologismo, la igualdad, la ciencia y la vestimenta informal
Santiago Abascal, durante la moción de censura. /
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