LAS 72 HORAS DESPUÉS DE LA DUI
Puigdemont, antes de irse a Bélgica: "Mañana, todos a los despachos"
Aplazada la comparecencia de Carles Puigdemont. / periodico
Xabier Lapitz se apoyaba en la valla que habían colocado los Mossos y miraba las astas de las banderas de la cubierta del Parlament. La atención mediática se hallaba dentro, en las escaleras, donde Carles Puigdemont y Oriol Junqueras dirigían unas palabras en un tono templado. El Parlament había declarado la independencia. Era el 27 de octubre del 2017. Las banderas se habían retirado y Lapitz, uno de los periodistas estrella de Euskal Telebista, se preguntaba si se habían arriado por haberse finalizado el pleno o como primera visualización del presuntamente neonato estado.
El pleno había sido raro. La declaración en sí había sido leída por la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, quien inquirió a un Puigdemont cabizbajo si quería intervenir. El ‘president’ declinó. Iba a mantener ese perfil bajo hasta que se enteró de que su vicepresidente había dado orden de preparar una especie de comparecencia para dar empaque al momento. Puigdemont no quiso perder ripio.
Las instrucciones del Govern pasaban por empezar a preparar esa misma tarde las primeras medidas del ejecutivo republicano. Se trataba en concreto de 40 decretos y leyes, como consta en un informe de la Guardia Civil. Pero la sensación de desbandada empezó a cundir de inmediato. Corrieron rumores de que se había relevado la escolta, como mínimo, al vicepresidente y a cuatro 'consellers'. Puigdemont pasó la tarde en el Palau de la Generalitat, junto con los cargos de confianza que habitualmente tenían despacho en el edificio, a excepción de algún estrecho colaborador que a primera hora de la tarde desapareció y borró todos los tuits de su cuenta. Otros empleados, funcionarios, y alguno de confianza, directamente ni se acercaron.
En esa tarde se celebró un concierto en la plaza de Sant Jaume y todas las miradas se dirigieron en todo momento también hasta la cubierta para ver si se arriaba la bandera española, algo a lo que Puigdemont se negó. En Palau hubo voces que lo reclamaron e, incluso, hubo quienes se proveyeron de un saco de dormir por si se cerraba un cerco sobre la sede de la Generalitat.
Reflexión y familia
Oriol Junqueras se recluyó en su domicilio. Dio el móvil a sus colaboradores (hubo consigna de que los ‘consellers’ se los quitaran de encima) y señaló que quería “reflexionar” y estar con la familia. El cumpleaños del primogénito del vicepresidente se produciría en breves días y Junqueras temía, como así fue, que la acción judicial le impidiera celebrarlo en el día señalado, así que la familia avanzó la fiesta a ese mismo fin de semana.
Con todo, el presidente de ERC en ningún momento se aisló. Se pergeñó un básico y efectivo canal de comunicación seguro por el que siguió dando órdenes. Entre ellas, la de delegar en Marta Rovira cualquier cónclave que tuviera lugar en la trinchera independentista.
Puigdemont salió de Palau pasadas las ocho. Se había organizado un encuentro de todo el Govern más allá de la frontera, en concreto en la localidad de Pesillà de la Ribera (Pézilla-la-Rivière), a 15 kilómetros de Perpinyà. En ese pueblo del Rosellón residió, hace más de 30 años, el activista de Terra Lliure Pere Bascompte. Todo el Govern acude a la cita, excepto Junqueras, el ‘conseller’ de Justícia, Carles Mundó y el de Salut, Toni Comín.
Asesoramiento 'a posteriori'
Una de las primeras acciones que se toman en Francia es buscar consejo legal. Y se llama al teniente de alcalde de Barcelona Jaume Asens, experto en derechos civiles y derechos humanos. A Asens se le pide consejo sobre legalidad internacional, cómo se procedía en determinados países y cómo funcionan las euro-órdenes. Se le pregunta, incluso, qué países no tienen tratados de extradición con España.
El clima de tensión por la situación se halla en máximos. Es en Francia, donde algunos ‘consellers’ expresan su malestar e, incluso, afirman sentirse engañados. Hay hasta discusiones elevadas de tono, como por ejemplo entre Jordi Turull y Clara Ponsatí.
El Govern, o ya exGovern puesto que habían sido destituidos, abandonan en la mañana siguiente su exilio momentáneo en Francia y cruza de nuevo la frontera para establecerse en una masía de l’Alt Empordà. Hasta allí se acerca Comín, que previamente había celebrado una despedida en su casa con sus colaboradores, en compañía de un abogado-asesor y, también, Marta Rovira, en representación de Junqueras.
Puigdemont acude a comer al centro de Girona donde se da un baño de masas, el último hasta la fecha en Catalunya. Ese sábado se mostraba eufórico, pero también precavido: solicitó al equipo de TV-3 que acudió a grabarle una declaración institucional en la delegación del Govern en la ciudad que no sobreimpresionaran en pantalla lo de ‘President de la Generalitat’.
La duda de Florentino
En ese momento se daba por seguro que el exalcalde de la ciudad acudiría al estadio de Montilivi, al día siguiente, a presenciar el Girona-Real Madrid. Tanto era así que la segura presdencia del ‘president’ destituido creó dudas en el presidente de la sociedad deportiva madrileña, Florentino Pérez. Este buscó consejo en un antiguo jefe de Comunicación del club: “¿Qué hago? ¿Le saludó o no?”. Cabe recordar que en aquel momento no se había presentado aún la querella contra él y su Ejecutivo. Finalmente, el consejo que recibió el mandamás ‘merengue’ fue, simplemente, que lo saludara, pero sin efusiones ni largas charlas.
Lo cierto es que Puigdemont no vio en directo el triunfo gerundense sobre el entonces dodecampeón de Europa porque, más o menos a esa hora, se citó con Rovira, Turull y Romeva para tomar café en el club golf que da nombre a la urbanización en Sant Julià de Ramis donde el ‘expresident’ tiene domicilio.
Ahí se dio forma definitivamente a la idea ya surgida el sábado en el Alt Empordà de mantener la calma y las apariencias el lunes, primer día laborable tras la aplicación del artículo 155. Tomando en cuenta que, 15 horas después, EL PERIÓDICO reveló que Puigdemont se hallaba ya en Bruselas, cabe suponer que emprendió la huida, como quien dice, cuando Turull y Romeva doblaron la esquina. “Mañana, todos a los despachos” se juramentaron. El plan preveía que los tres entraran juntos al Palau de la Generalitat (sede del 'president', de la 'conselleria de Presidència y de Exteriors, esta en la Casa dels Canonges).
El Allium es un local de la calle del Call cuyas paredes, gracias a su cercanía a la plaza de Sant Jaume, han oído centenares de confesiones y conspiraciones sobre el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat. El lunes, poco después de las 8.30 de la mañana se hallaban ahí Turull y Romeva tomando fuerzas antes de entrar en la Generalitat. Algunos trabajadores se preparaban, incluso, para recibirles con aplausos. Fue entonces cuando a Turull le sonó el móvil. Era un muy estrecho colaborador de Puigdemont que le transmitió un sucinto mensaje: “El ‘president’ no irá a trabajar”. Se supone que hubo rueda de llamadas y la de Josep Rull se demoró hasta el punto qué este ocupó ya su despacho. Horas después, el ‘exconseller’ de Territori, con la amargura de quien se ha visto traicionado, señaló a un colaborador: “He hecho el gilipollas”. Minutos antes, para más inri, el propio Puigdemont había colgado en Instagram una foto del cielo que se divisaba desde el Palau de la Generalitat,
Junqueras, por su parte, se reincorporó a la actividad. Dio cuenta de la situación al grupo parlamentario de Junts pel Sí y, por la tarde, pasó por la Conselleria d’Economía. A saludar. Por la noche dio la cara en TV-3, en lo que ha sido la última entrevista televisiva.
Exabrupto arbitral
La noticia de que Puigdemont se había desplazado a Bruselas pilló por sorpresa a casi todo el mundo. La noticia llegó al PDECat, su partido, cuando se estaba celebrando la ejecutiva y donde se le esperaba. El ‘expresident’ Artur Mas, al conocer los hechos, soltó un exabrupto de esos que se reservan a los árbitros en los campos de futbol.
Puigdemont no llamó a aquellos miembros del Govern con los que había tenido desencuentros recientes
Difícil establecer qué criterio usó Puigdemont para llamar a unos sí y a otros, no. Con Junqueras y Romeva, sin embargo, había tenido frecuentes desencuentros en los últimos días, Rull y Turull, el 26 de octubre, le presionaron para que no convocara elecciones por, entre otros motivos, la escasa perspectiva electoral del PDECat, sobre todo si aparecía como un partido ‘traidor a la patria’ por no declarar la independencia. En cualquier caso, Puigdemont hizo esas llamadas el domingo, seguramente desde el área de servicio de Le Bolou. Citó a los 'consellers' en la estación de Perpinyà.
Los que no fueron llamados por Puigdemont debatieron ese lunes qué hacer. Nadie se apuntó al exilio y dieron órdenes de intentar aparentar máxima normalidad. Los colaboradores del exGovern trazaron, incluso, una agenda pública. Por ejemplo, se previó que Turull y Romeva acudieran a la jornada castellera de Vilafranca del Penedés, prevista para el 1 de Noviembre. Pero cayó la querella del fiscal José Manuel maza contra todo el exGovern, el martes a última hora. El miércoles, festivo, se empleó para reunirse con los abogados y, algunos, como Junqueras, para despedirse de familia y colaboradores y arrancar ya el plan de contingencia puesto que intuía que su marcha a Madrid no tenía billete de vuelta a corto plazo.
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