Pocas cosas hay más elásticas que las relaciones entre el PNV y lo que hoy es la posconvergencia, en cualquiera de sus representaciones físicas. Es decir, aquel espacio que un día fue de CiU. Tan pronto ejercen de frente único anti-centralista y sufren una arrebatado embalesamiento mutuo como se tiran de los pelos. Tras el apoyo de los nacionalistas vascos a los presupuestos del 2018, sin mediar la derogación del artículo 155, ahora están fase tensa.
Pero las hostilidades se iniciaron antes. Según el diario ‘Gara’, a finales de enero, el grupo parlamentario de Junts per Catalunya envió una carta a la dirección del PNV, el Euskadi Buru Batzar , en la que reclamaba «respeto por los derechos de nuestros diputados” y por los resultados del 21-D. Todo venía a cuenta, explicaban los 34 diputados puigdemontistas, de la «profunda sorpresa y malestar por las recurrentes declaraciones» del PNV y del lendakari Iñigo Urkullu, «poniendo en duda la legitimidad del Govern, así como las decisiones previstas para continuar siendo fieles al mandato” del 21-D. En este apartado cabría apuntar aquello de que «no se puede dirigir un país vía internet», dicho por Urkullu.
La respuesta del presidente del EBB, Andoni Ortuzar, fue escueta y contudente. Dirigida a a Elsa Artadi, el líder del PNV escribió el 2 de febrero: “«Querida Elsa, por las históricas relaciones de amistad que unen al PNV y a mí mismo con Catalunya y el nacionalismo catalán, prefiero dar por no recibida la carta que me remitiste y así no tener que contestaros. Cuando queráis y para lo que queráis, siempre estaremos dispuestos a encontrarnos bien en tierras catalanas o en suelo vasco».