Pedro Sánchez: chico nuevo en la bancada

El exlíder del PSOE mostró un semblante distendido en su vuelta al Congreso tras ser apeado de la dirección del partido

Pedro Sánchez atiende a los medios de comunicación a su llegada al Congreso. / JOSE LUIS ROCA

Nada rejuvenece tanto como alejar de los hombros la carga de la responsabilidad. En el Pedro Sánchez que ayer apareció a grandes zancadas por el Congreso de los Diputados –americana oscura, camisa de cuadritos, sin corbata- costaba reconocer al secretario general del PSOE que hasta hace tres sábados se mostraba rígido, con rictus tenso, como en actitud de defensa ante una duda hamletiana.

DAVID CASTRO 

Pedro Sánchez entra en el hemiciclo acompañado de quien fue su mano derecha en el PSOE, César Luena. El exlíder socialista ha saludado a varios compañeros de partido (poco efusivo con Antonio Hernando y con Eduardo Madina) y posteriormente se ha dirigido a su nuevo escaño.

Ayer, en cambio, apareció bronceado, con la cara relajada y a bordo de una sonrisa que parecía cualquier cosa menos un remedo del ‘dientes, dientes’ que Isabel Pantoja elevó a cánon de la falsedad escénica. Llegó a la cámara saludando y camino de su nuevo escaño estrechó la mano y repartió besos entre todos los diputados socialistas que encontró a su paso, sin distinguir entre traidores y leales. A Antonio Hernando, que hoy tendrá que defender lo contrario que defendía cuando era su fiel portavoz, tuvo que tocarle en el hombro para que se girara y le diera la mano. Con Patxi López, su nuevo compañero de pupitre, el saludo fue más efusivo.

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Nuevo compañero de escaño. Sánchez ya no se sienta en la primera bancada, sino tres filas más arriba. A su lado ya no está Antonio Hernando, sino el exlendakari y expresidente del Congreso Patxi López. 

Desde su nuevo asiento, situado tres filas más arriba del que ocupaba antes, el diputado Sánchez miraba al hemiciclo como quien redescubre el lugar que habita. Él mismo lucía nuevo, diferente, remozado. Para ser un probable cadáver político, según apuntan algunos análisis, ayer parecía un universitario estrenando escritorio en su primer día de curso.

Antes de que Rajoy tomara la palabra, Sánchez y López se cruzaron confidencias al oído y este último remató su confesión adornándola con gestos de obviedad. Puede que le estuviera contando cómo había ido la reunión del grupo socialista previa a la sesión parlamentaria, verdadera zona cero de la jornada vivida ayer en el Congreso. Como reses que acuden al matadero, todos los diputados socialistas, menos Sánchez, fueron pasando uno a uno al salón Constitucional para decirse ante los retratos de los padres de la Carta Magna lo que ya se habían dicho por Twitter, radio y televisión: que unos están por la abstención técnica de 11 diputados y otros por la general de 84.

EFE / CHEMA MOYA

Separados por más de una fila. Rivales en las primarias que ganó Sánchez y más enemistados aún después de que Eduardo Madina se alineara con los barones que tumbaron al ya exsecretario general, este miércoles les ha tocado vivir el debate a ambos desde la parte medio alta de la bancada socialista.

TENSIÓN Y DESAZÓN

El encuentro, a puerta cerrada, duró una hora y media, más que el discurso del candidato a Presidente. Custodiaba la sala un grupo de periodistas pendientes de si aparecía bajo la puerta algún charco de sangre. No lo hubo, pero las caras de los socialistas a su salida transmitían tensión y desazón, como si hubieran heredado la duda hamletiana que hasta hace tres sábados arrastraba Pedro Sánchez.

La sesión parlamentaria, por reiterativa y conocida, tuvo poco interés. Hasta el propio Rajoy acortó en un tercio su alocución de agosto para aligerar el trámite. Aparte de los previsibles aplausos desde el grupo popular, solo un “¡Ja!” lanzado desde la bancada catalana interrumpió al candidato cuando dijo que piensa “seguir colaborando con el Gobierno de la Generalitat”.

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Zaida Cantera pasa por el lado del escaño de Pedro Sánchez. Él fue quien fichó a la exmilitar para las elecciones del 20 de diciembre. Ella le ha correspondido en fidelidad estos días anunciando que se mantendrá firme en el 'no es no' a Rajoy por mucho que el comité federal quiera imponer la abstención.

Una decena de diputados de Podemos pintaban de verde el hemiciclo con sus camisetas en defensa de la educación pública, pero lo cierto es que en la cámara había poco color. El interés se concentraba en verle a Sánchez las marcas del navajazo que lo apeó de la dirección del PSOE, pero el exsecretario general no las mostró. Al acabar el discurso de Rajoy, César Luena le invitó a irse juntos, pero él se giró escaleras arriba para seguir saludando a sus compañeros. Parecía que un chico nuevo había llegado a la bancada.