Más difícil todavía

Artur Mas se enfrenta este lunes a su tercer debate de investidura buscando el apoyo que la CUP le ha negado repetidamente hasta ahora

Artur Mas recibe el abrazo de Jordi Pujol tras ser proclamado president por primera vez, el 23 de diciembre del 2010. / FERRAN SENDRA

Artur Mas se someterá este lunes al tercer debate de investidura de su vida. En el 2010 la abstención de los 28 diputados del PSC, en segunda vuelta, permitió que fuera el 129º presidente de la Generalitat. Dos años más tarde, fue ERC la que añadió sus 21 escaños a los 50 de CiU (había perdido 12 en los comicios) y en primera votación le facilitó la reelección. Esta vez busca el más difícil todavía: el apoyo de la CUP, dado que Esquerra está ya integrada en el grupo parlamentario de Junts pel Sí junto a CDC y diputados independientes.

El discurso del 2012 fue netamente soberanista, en virtud del pacto con ERC. Pero se evitaron dos conceptos que hoy protagonizan la resolución pactada con la CUP: ruptura e independencia. Dos palabras que no estaban en el discurso de Mas de hace tres años.

El ahora candidato de Junts pel Sí habló de un cambio de rasante basado en la idea de que "España no quiere ser cambiada". Criticó la sentencia del Estatut pero no deslegitimó al Tribunal Constitucional (TC), ni mucho menos anunció que desobedecería sus sentencias. No en vano todavía hoy el Govern pretende acudir al rescate del TC frente a tres normas del Estado.

"NUEVA CENTRALIDAD"

El discurso de Mas puso sobre la mesa una "nueva centralidad". No habló de independencia. Sí de derecho a decidir y consulta, a los que dijo que era necesario acceder con "acuerdos plurales y hoja de ruta". Para evidenciar dónde estaba la política catalana y dónde está hoy, es ilustrativo recordar cómo el líder de CDC reclamaba que ese derecho a decidir se alcanzara con "acuerdos plurales y hojas de ruta compartidas". Pidió iniciar un proceso negociado, dialogado, en busca de los "marcos legales necesarios que lo amparen". Aviso de ruptura pero sin explicitarlo.

El president anunció la consulta, todavía sin fecha ni pregunta. Y las famosas "estructuras de Estado": entre ellas, agencia tributaria, seguridad social y justicia. Habló de ajustes en términos críticos con el Estado y describió la situación de las finanzas públicas como "muy dura". También ahí había un cambio respecto a dos años atrás. "La crisis de confianza en el futuro del euro y una estricta política de austeridad está perjudicando gravemente la reactivación", dijo en una crítica a la austeridad de la que CiU hizo bandera en el 2010.

Y en virtud del pacto con ERC lanzó promesas sociales, algunas por concretar. O incumplidas, como la reforma de la renta mínima de inserción; o el impulso de la dación en pago; o el "garantizar la estabilidad de las entidades del tercer sector social", pendiente por las deudas del Govern con las mismas. Y, cómo no, acabó su discurso con metáforas marineras sobre la navegación complicada que les esperaba junto a ERC, a la que ofreció entrar en el Ejecutivo. Mas se jactaba de un acuerdo que le permitiría formar Govern.

El PSC fue el que en segunda votación había permitido en el 2010 a Mas ser president. A cambio, firmó un compromiso que incluía cuestiones que siguen sin cumplirse, como la ley electoral. Ninguna sobre soberanismo; al contrario, obligaba a Mas a que las reformas del marco constitucional y estatutario se plantearían, si era el caso, "desde el consenso, como mínimo de CiU y PSC".

En su discurso inicial, su idea fuerza fue el pacto fiscal y la austeridad. Las políticas de austeridad "han de ir acompañadas de otras que con el paso del tiempo vayan adelgazando la estructura de la Generalitat", prometió el líder que se definía como business friendly. Tanto que anunció ya el recorte del impuesto de sucesiones y una política fiscal que incentivara el crecimiento. Es decir, "moderación fiscal". Muy lejos de las nuevas tasas aplicadas o intentadas de la mano de ERC en esta última legislatura.

En ese discurso, el epicentro nacionalista fue el pacto fiscal "inspirado en los modelos de concierto o convenio económicos", tras el portazo de Mariano Rajoy. Y su hoja de ruta era mucho menos contundente que la actual: trazar acuerdos amplios, trabajar de forma discreta para no reproducir la discusión fatigante del Estatut...

"MAYORÍAS AMPLIAS"

Pero una frase es clave en ese discurso porque refleja una de las bases políticas de Mas: "El derecho a decidir aconseja y de hecho requiere que los temas sobre los cuales se ejerza descansen sobre mayorías amplias y calificadas o reforzadas, con la finalidad de dar a la decisión toda la legitimidad y la fuerza necesarias. Y también evitar dividir a la sociedad en dos mitades, con el riesgo de fractura social y nacional que esto comporta". Este riesgo de división, esta falta de mayorías reforzadas es lo que dentro y fuera del soberanismo se esgrime hoy para pedir que no se emprenda el camino de la unilateralidad en esta legislatura que comienza, si es que acaba comenzando.

En el 2010, tampoco faltó la metáfora final marinera: "Nos toca a nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI, usar la brújula con acierto y volver a mirar el mapa para avanzar, y comenzar una nueva singladura aprovechando los vientos favorables que podamos encontrar".