Desde el zapato de Nikita Jruschov, pocas piezas de calzado han dado tanto juego especulativo como la sandalia de David Fernàndez. El pasado lunes, el diputado de la CUP remató con ella su turno de preguntas a Rodrigo Rato en la comisión de investigación sobre la crisis de las cajas de ahorros y se armó la de Dios es Cristo.
El Govern, el Congreso, los tertulianos y unos cuantos editoriales le afearon la conducta. "Falto de respeto", "impresentable", "lamentable espectáculo" y "zafiedad populista" fueron algunos de los calificativos.
Pero los tres diputados de la CUP aseguraban el miércoles que jamás de los jamases habían recibido tantas muestras de apoyo en la calle ("es lo mínimo que podía esperar Rato de las clases populares de este país" fue uno de los mensajes). La mirada del 'establishment' y la de la calle volvían a no coincidir.
Pero revisemos la génesis de la 'sandalia de la ira'. Fernàndez compró el par --un número 45 de la firma riojana Art-- el pasado verano en Elizondo (Navarra), en la céntrica tienda Zangue. Y como el azar a menudo es el fundamento de la Historia, resulta que el lunes las llevaba porque está en pleno traslado de Ripoll a Barcelona y tiene sus zapatos en cajas de cartón. De no ser por esta eventualidad, el 'cupero' habría llevado bambas y el desatar de cordones habría embrollado la escena.
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