Tres son los frentes (crisis económica, transición nacional y desafección) que Artur Mas acostumbra a citar como ejemplo de lo endiablado del actual tablero de juego político. Pero la cifra se está multiplicando, y con ramificaciones entrecruzadas.
Añádase el futuro del liderazgo convergente, las relaciones con su socio histórico, Unió, y con su aliado parlamentario, ERC. Un encaje de bolillos que pondrá a prueba más pronto que tarde la talla política de quien aspira ni más ni menos que a un Estado propio para Catalunya.
A todo ello hay que sumarle los nuevos recortes que deberá afrontar, los casos de corrupción y el proceso sucesorio en CDC.
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