Apenas siete meses separan las dos últimas citas con las urnas: las elecciones generales del 23-J y las autonómicas del 18-F. Esos poco más de 200 días han llevado a miles de electores en Galicia a cambiar las siglas de sus papeletas y, en consecuencia, han mudado el tablero político con un tsunami de apoyos concentrados en PP y BNG, los dos partidos que, tal y como apuntaban las encuestas, se disputaban el timón de la Xunta. Pese a la ola de cambio que durante la campaña amenazaba con engullir los 15 años de gobierno ininterrumpido de los populares, finalmente Alfonso Rueda se hizo con 40 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta, frente a un bloque de izquierdas liderado por los nacionalistas, que alcanzaron su techo máximo: 25 diputados, en gran parte a costa de la debacle del PSOE (9 actas), y la irrelevancia de Sumar y Podemos, que no lograron representación alguna en O Hórreo, pero también gracias a la movilización del voto joven que en esta convocatoria electoral se estrenó mayoritariamente con la papeleta de los nacionalistas.
Galicia
Un modelo matemático cifra el trasvase del voto urbano en las elecciones gallegas: el BNG capta un tercio del PSdeG y el grueso de Sumar
Uno de cada cinco electores que en las generales de 2023 apoyaron al PSOE, el 18-F se abstuvieron
Los nacionalistas no pescan del granero del PP, logran apenas el 1% del apoyo a los populares en alguna ciudad
Ana Pontón, líder del Bloque Nacionalista Galego. /
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