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Lecciones de la DANA

La alerta del Gobierno valenciano a los ciudadanos llegó demasiado tarde, con miles de personas atrapadas

Última hora de la DANA en Valencia y la alerta roja en Catalunya: Al menos 95 muertos por las inundaciones en España

La DANA arrasa Valencia

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EL PERIÓDICO

Un fenómeno meteorológico como la DANA, que ha azotado zonas de la Comunidad Valenciana y de Castilla la Mancha y que ha dejado tras de sí una devastación terrible y decenas de muertos y desaparecidos, no supone una anomalía en las regiones mediterráneas. Lo demuestra la propia orografía, plagada de rieras, torrentes y ramblas que canalizan las aguas pluviales. Pero lo que sí sucede es que esos episodios, de una violencia extrema, serán cada vez más habituales e intensos como consecuencia del cambio climático. Y sus consecuencias se verán amplificadas a causa del acelerado proceso de urbanización de las últimas décadas, que ha permitido una invasión de espacios poco seguros desde el punto de vista hidrológico, tal y como no dejan de advertir los expertos. De hecho, la supresión de algunas infraestructuras que suponen obstáculos fluviales como consecuencia de una directiva europea, que no de embalses como falsamente se ha difundido, busca prevenir inundaciones y responde precisamente a esa preocupación sobre los excesos urbanísticos en el paisaje. 

Pero ese no es el único bulo que ha circulado en las últimas horas. Desde el inicio del episodio, las redes se han convertido en un canal de comunicación insustituible a través del cual los ciudadanos han dado a conocer la situación, han llamado la atención acerca de situaciones de emergencia y han pedido ayuda o información sobre sus allegados. Pero el reverso de la moneda es que también han sido el canal de difusión masiva de información falsa como la anteriormente mencionada, de inexactitudes irresponsables como que no funcionaba el teléfono de emergencias o acusaciones como que el Gobierno valenciano había disuelto una unidad de emergencias (que, de hecho, canceló antes de que se llegase a desplegar), unas y otras con el propósito de responsabilizar al adversario político de la desgracia. Tiempo habrá para dirimir responsabilidades, pero en plena gestión de la crisis este es un comportamiento que se debería haber evitado, por respeto a la difícil labor de los equipos de emergencia, a las víctimas y las personas desaparecidas así como a sus familiares, en momentos de una angustia inimaginable. 

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No obstante, lo cierto es que los servicios meteorológicos habían dado aviso de la gravedad del fenómeno. Es difícil prever con exactitud cuáles serán las zonas que recibirán más impacto tras una alerta de este tipo y con qué intensidad realmente golpeará, por lo cual las autoridades han de ser prudentes con sus decisiones antes de paralizar toda la actividad de una comunidad. Pero la alerta desde el Gobierno valenciano al conjunto de los ciudadanos, y la recomendación de no circular, permanecer al abrigo y buscar lugar de refugio elevado en las zonas inundables, llegaron demasiado tarde, cuando ya había miles de ciudadanos atrapados en sus lugares de trabajo o en la carretera. Una vez atendidas las personas que quedaron aisladas, localizados los desaparecidos y recuperada la operatividad de las infraestructuras que han de ayudar a retornar a la normalidad, será necesario revisar los errores cometidos y los mecanismos de alerta. También evaluar la peligrosidad de las construcciones en zonas inundables y tomar decisiones al respecto, en previsión de que estos fenómenos sean más frecuentes y extensos.

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