Opinión | Conflicto en Oriente Próximo

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

Israel, sin freno, alienta el desastre regional

Netanyahu desoye a sus propios mandos militares y parece decidido a llegar a lo qué considera que es el final: eliminar a Hamás y Hizbulá

El líder de Hizbulá Hasán Nasrallah muere en un masivo bombardeo israelí contra Beirut

Israel ataca a un líder de Hezbolá en su residencia de Beirut. Las autoridades confirman que el objetivo del ataque era Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá. No está claro si ha muerto en el ataque. / AFP

Nadie, ni siquiera Israel, a pesar de su abrumadora superioridad militar sobre cualquiera de sus enemigos, puede controlar el fuego que Benjamin Netanyahu está alimentando insensatamente. Amparado en la cobertura que le proporciona Washington, alentado por otros miembros aún más extremistas de su propio gobierno y apurado por recuperar la imagen de garante de la seguridad tras el fracaso del pasado 7 de octubre, Netanyahu está decidido a llegar a lo que él cree que es el final. Un final que, al tiempo que calcula que lo acerca al dominio territorial de toda la Palestina histórica, le debería permitir volver a sortear la acción de la justicia por sus presuntos delitos y garantizar su permanencia en el poder por tiempo indefinido. Y si para ello hay que incendiar la región, sea asesinando a Ismail Haniya o a Hasán Nasrallah, no parece que haya nada que vaya a detenerlo.

Sin dejar nunca de lado los reiterados incumplimientos de sus obligaciones como potencia ocupante y sus innumerables violaciones del derecho internacional- que se traducen a diario en la muerte de civiles indefensos-, desde el punto de vista militar su deriva belicista solo se entiende desde una distorsionada e iluminada visión de la realidad.

Una visión que en primera instancia cree que va a llevar a la eliminación tanto de Hamás como de Hizbulá, desoyendo incluso a los propios mandos militares israelíes que, como fruto de la experiencia, saben que lo único que podrán logran en el mejor de los casos es degradar sus capacidades durante un tiempo, hasta que vuelvan a plantear el mismo o superior nivel de amenaza del que ahora representan. Una visión que, si lo anterior no es posible, supone que los golpes recibidos hasta ahora van a ser suficientes para disuadir a ambas milicias de continuar el combate, aceptando las condiciones que Tel Aviv imponga, sea la retirada de zonas que Israel desea asegurar en sus inmediaciones o incluso su desarme completo. Una visión, apuntando aún más arriba, que también cuenta con que Irán tampoco se atreverá a ir más allá en el manejo de los miembros del "eje de resistencia"- del que ambas milicias forman parte junto con Ansar Allah, las Fuerzas de Movilización Popular y diversos grupos armados muy activos en Siria e Irak- ante el temor de sufrir un golpe insoportable para la supervivencia del régimen.

Netanyahu sueña, en definitiva, que Hizbulá no se la va a jugar por Hamás y por unos palestinos que son la parte más débil de la ecuación, lo cual le permitirá dar un paso sustancial en su pretensión de hacer de toda Palestina un solo Estado reservado únicamente para los judíos. Igualmente, confía en que Irán tampoco se la jugará por Hizbulá, dado que su prioridad ahora mismo es renegociar un nuevo acuerdo nuclear con Washington, buscando un alivio de las sanciones internacionales como vía para evitar el colapso interno derivado del serio malestar de una población crecientemente crítica con el régimen.

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Un delirio en toda regla que no toma en consideración la demostrada resiliencia de Hamás y Hizbulá, capaces de levantar la cabeza una y otra vez a lo largo de los años. Que desprecia el coste en imagen que Israel está acumulando a los ojos del mundo, con un Netanyahu prepotentemente instalado en su condición de víctima propiciatoria, rodeado de un mar de antisemitismo. Y que tampoco quiere entender que Israel no tiene capacidad militar suficiente para atender simultáneamente tantos frentes abiertos. ¿Quién puede hacer entrar en razón a Netanyahu?

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