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Rafael Jorba

Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

Vuelve la ‘vieja política’

El ‘desistimiento republicano’ ha funcionado: el Nuevo Frente Popular llega en primera posición y los franceses rechazan una cohabitación de Macron con la extrema derecha

La fórmula de gobierno: una difícil coalición con el bloque de izquierdas, reequilibrado por el peso creciente de los socialistas, ecologistas y comunistas frente a La Francia Insumisa

El líder del Nuevo Frente Popular, Jean-Luc Mélenchon / Europa Press/Contacto/Antonin Burat

Tres enseñanzas de la segunda vuelta de las legislativas francesas marcada por una participación histórica. Primera: el ‘desistimiento republicano’ –la renuncia de los candidatos llegados en tercer lugar en las circunscripciones clave para evitar el triunfo del candidato de la extrema derecha– ha funcionado mejor de lo que se esperaba. Segunda: el presidente Macron no tendrá que cohabitar con un gobierno lepenista, pero se verá obligado a hacerlo, en cohabitación o en coalición, con el Nuevo Frente Popular (NFP) en el que el peso creciente de los socialistas, los ecologistas y los comunistas es mayor que el de La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon. Y tercera lección: la ‘nueva política’ ha muerto, vuelve la ‘vieja política’.

 En efecto, el pronóstico del expresidente François Hollande, reelegido diputado en su antigua circunscripción de la Corrèze, se ha acabado confirmando en las urnas: el “nuevo mundo” que pregonaba Emmanuel Macron tenía los pies de barro. “El ‘viejo mundo’ –explicó en su día Hollande– tiene un nombre: se llama democracia, con los partidos, los sindicatos, un parlamento, la prensa. No comparto la idea de que todo debe desaparecer y que basta con tener las redes sociales”. Macron disponía de autoridad técnica, pero tenía un déficit político inicial: fue elegido sin haber sido antes cargo electo, en un país donde los presidentes han sido ‘diputado-alcalde’; una escuela que enseña el arte de la negociación y de la transacción.

 Las crisis encadenadas en sus siete años en la presidencia –de la revuelta de los ‘chalecos amarillos’ a la protesta por la reforma de las pensiones, de la aprobación de una ley de inmigración con los votos de la derecha y la extrema derecha a la insurrección independentista en Nueva Caledonia por la reforma sin consenso de su régimen electoral especial– han venido a certificar su falta de reflejos políticos. Las elecciones europeas del 9 de junio, donde la extrema derecha dobló al macronismo en porcentaje de votos, fueron el penúltimo acto de este referéndum anti-Macron. Su sorpresiva decisión de disolver la Asamblea Nacional y convocar legislativas exprés fue el remate final. Édouard Philippe, su primer ex primer ministro, sentenció entonces: “El presidente ha matado a la mayoría presidencial”.

En resumen, la ‘nueva política se ha mostrado más eficaz a la hora de conquistar el poder que en el momento de ejercerlo y mantenerlo. Se trata de una constatación que es aplicable también fuera del Hexágono a los movimientos del ‘nuevo mundo’, de signo diverso e incluso antagónico: del M5E en Italia a Podemos en España. También fue este el caso de Ciudadanos, con un Albert Rivera –bautizado como el “Macron español”– que quemó sus naves antes incluso de llegar a gobernar.

Estas formaciones –partidos-movimiento, partidos-plataforma, partidos-empresa– fueron una respuesta a la obsolescencia de los partidos tradicionales, pero son después estos viejos partidos los llamados a superar la necrosis que padecían. Este es ahora el caso de Francia: la Quinta República, diseñada en 1958 por De Gaulle para reforzar el presidencialismo, deberá aprender a trabajar desde el parlamentarismo: la mayoría presidencial saliente pierde más de un tercio de sus diputados y se sitúa como el segundo grupo de la nueva Asamblea Nacional; en tercer lugar, la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (el ex FN).

El veredicto de las urnas, a diferencia de las legislativas de 2017 y, en menor medida, de 2022, no da un cheque en blanco al presidente: Macron deberá practicar la cultura de la coalición, es decir, formar gobierno con el primer bloque en escena: la mayoría de diputados del Nuevo Frente Popular con la no beligerancia de la mayoría presidencial saliente y de algunos de los posgaullistas (LR) que no avalaron el pacto de su líder, Eric Ciotti, con Marine Le Pen. Más que una cohabitación clásica –el presidente con un gobierno de signo contrario– nos encaminamos a una coalición con el bloque moderado del Nuevo Frente Popular.

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En todo caso, el margen de maniobra de Macron se ha reducido: no puede disolver la nueva Asamblea Nacional hasta dentro de un año y pude verse tentado a dimitir antes de las presidenciales del 2027. Mientras tanto, gana la ‘vieja política’: más parlamentarismo y más democracia deliberativa. Entre tanto, el primer ministro, Gabriel Attal, que presentará hoy su dimisión al presidente, seguirá en funciones mientras se forja una compleja mayoría que puede tardar semanas en concretarse.

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