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Juli Capella

Arquitecto

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Derribar viviendas es pecado

Si no hay una solución al problema vecinal, no puede avanzar el proyecto de la Sagrada Família

La Sagrada Família prevé acabar las obras en menos de 10 años

La Fachada de la Gloria de la Sagrada Família, llamada a ser algún día la puerta de entrada al templo. / JORDI OTIX

Cuando Gaudí aceptó en 1884 tomar las riendas del templo, insistió en colocarlo en diagonal. No sabemos si por hacer la puñeta a Cerdá o para ensalzar su magna obra. De haber sido así, ahora nos ahorraríamos este problema. Pero como parte de la cimentación estaba hecha, aceptó la actual alineación. En un plano original de 1917 firmado por él, lo encaja en una sola manzana, pero ya cabalga sobre la calle Mallorca para salvar el desnivel y dibuja la polémica escalinata. Pero apenas afectando una parte del solar enfrentado. Eso sí, dejando los patios interiores de manzana abiertos hasta llegar a la calle Aragó, para ganar visibilidad. De Dios y de los hombres.

El problema es que se ha construido donde no se debía. Núñez y Navarro, aprovechando en 1975 su connivencia con los ayuntamientos franquistas, plantó allí uno de sus anodinos bloques. Y otros promotores perdieron el miedo y comenzaron las irregularidades. Ahora lo más justo sería que esos constructores indemnizasen a los vecinos reubicándolos por el barrio. Está claro que esa debería ser la condición básica para aceptar cualquier ampliación.

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Jordi Valls, concejal de l’Eixample y responsable de Economía, Hacienda y Promoción Económica y Turismo –dos veces economía–, lo ha dejado claro: “la Sagrada Família es muy importante para la ciudad, pero el derecho a la vivienda de los vecinos es igual de importante.” Por tanto, si no hay una solución al problema vecinal no puede avanzar el proyecto. En todo caso, si las víctimas –los vecinos– lo aceptan, ¿cuál debe ser la extensión de esta afectación expropiatoria? La menor posible. La estrictamente imprescindible. La que afecte al mínimo de hogares. Derribar una vivienda, con la falta que nos hace ahora mismo en Barcelona, y se habla de hasta 1.000, debería ser considerado pecado. Y recordemos que este es un templo precisamente para la expiación de los pecados. Además no hay prisa, ya dijo Gaudí que su cliente no le apretaba. Que había que hacer las cosas como Dios manda. Esperemos que la iglesia demuestre su piedad y que el Ayuntamiento cumpla su función. Ahora es democrático.

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